El 10 de octubre de 1982, la Agrupación Deportiva Ceuta, que había empezado la temporada muy bien, ocupando los primeros puestos en la clasificación, jugaba en el campo de la AD Parla, y mis informes, como entrenador del equipo ceutí, eran que había dos jugadores destacados en el equipo madrileño: Alvarado y Rafa Benítez. Anulados ambos, empatamos a cero, jugando nosotros con diez, debido a la expulsión de Paco, magnífico delantero. A Benítez lo marcó Ramírez: medio volante tesonero, resistente y disciplinado; mientras que Suso Bea pudo con Alvarado.
Rafa Benítez era medio volante ofensivo, que marcaba goles, pero que estaba muy limitado físicamente. Lo cual no le impidió permanecer varias temporadas jugando en una Segunda División B que le permitía curtirse en la tarea que más deseaba: ser entrenador. Y nada mejor para ello que conocer el fútbol desde abajo.
Al cabo de muchos años, RB ha fichado por el Madrid, tras una carrera brillante como entrenador, y en su presentación, no ha podido evitar hacer pucheros. Y de haber derramado unas lágrimas, cualquier tipo de mofa habría sido injusto. No en vano se estaba produciendo el sueño de cualquier técnico: ser entrenador del Madrid. Y en el caso de Benítez aún más: pues había pertenecido a la Casa Blanca como jugador aficionado, entrenador de canteranos y como segundo entrenador del primer equipo.
De Benítez, como técnico, yo sé lo que han venido contando de él quienes dicen conocerlo más; esto es, los jugadores que han estado a sus órdenes. Prueba poco fiable en muchas ocasiones, pues conviene decir, cuanto antes, porque le viene como el anillo al dedo al asunto, que cada cual cuenta la feria según le va en ella.
A Benítez lo avala no sólo su trabajo en distintos equipos españoles y extranjeros, sino también su conocimiento del fútbol modesto, como jugador, el cual llevado a la práctica en conjuntos relumbrantes los hacen mejores en todos los aspectos. Aunque la tarea no resulta fácil. Ya que hacer trabajar duramente a las figuras, para que luego sean capaces de sacrificarse del modo que exige el juego en las categorías inferiores, sólo está al alcance de pocos entrenadores.
En mis conversaciones con el siempre ponderado y educado Nayim, leyenda del Tottenham y del Real Zaragoza, coincidimos en que los jugadores técnicos son los que mejores se defienden en los terrenos de juego deficientes. Ya que técnica es el mejor conocimiento del oficio. El conocimiento del oficio, por tanto, es lo mejor que puede tener un entrenador. Y éste, es decir, el oficio, se aprende desde abajo. Tal y como lo ha hecho Rafa Benítez.
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