Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 14 de diciembre de 2015

El placer de vivir

Tengo un amigo, de los de verdad -vamos, de esos que te piden dinero prestado y te siguen hablando como si tal cosa, aunque pase tiempo, tiempo y tiempo sin acordarse de la deuda contraída-, que es el único que me llama por teléfono cuando cumplo años. Así que hace cinco días hube de ponerme al aparato para oírle decir, con su inveterada manía de chancearse de mí, "si, por fin, me sentía viejo". Pues no en vano eran 76 años los que yo acababa de cumplir.

Y una vez más, como cada 12 de diciembre, le respondí que me sigo sintiendo más joven que mi edad, y, por tanto, no sé en qué consiste ser viejo...

La risa ruidosa de mi amigo, como siempre, salió a relucir. Cuando logró domeñarla, y se halló en condiciones de volver a la carga, quiso saber cómo me las apaño para sentirme joven, siempre joven, todavía joven, no viejo todavía, muy bien conservado, más joven que nunca.

-Muy fácil: enfrentándome al espejo cada mañana, haciendo acopios de ganas de vivir y teniendo más moral que el Alcoyano. Y por más que las expresiones hayan evolucionado a lo largo de los años, dejando huellas irreparables, yo las sigo mirando con el orgullo del soldado batallador que lucha victoriosamente contra el enemigo hereditario: el tiempo que transcurre. El día que ese milagro no suceda, la vida no tendrá sentido para mí.

Mi amigo quiso saber si es verdad que en mí se produjo un cambio a los cuarenta y tantos años.

-Sí, claro que sí. Me pasó lo que a muchos hombres les suele ocurrir, que se dan cuenta de que hay un largo camino entre los 45 y los 75 años, casi tan largo como el que hay entre la adolescencia y los primeros cabellos blancos. En esa franja de vida, intentan no perder su tiempo añorando la juventud, lo que pudo haber sido y no fue, o esperando el triste final. Y tratan de aprovechar lo mejor posible los diez mil y últimos bellos días.

No sé por qué... Pero a mi amigo semejante respuesta no le causó risa alguna...

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