Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 25 de diciembre de 2015

La 'clase media'

Su importancia es tan grande como antiquísima.  No en vano se le atribuye a Aristóteles el deseo de hacer prevaler una Constitución basada en la "clase media", y que se define como intermediaria entre los ricos, llevados por el egoísmo y la ambición, y los no propietarios, carga y amenaza para el Estado. Y afirma que es la clase que asegura la estabilidad del Estado, permanece fiel a las leyes y desconfía de los arrebatos pasionales. Y hasta la enaltece -tal vez- desmesuradamente:

-No trabaja en su solo interés, sino en el de todos los gobernados. Por consiguiente, es la clase predispuesta por excelencia para administrar los negocios públicos.

Lo que no se le puede negar a la "clase media" es la importancia que tiene  en cualquier país democrático. Es una especie de colchón muelle entre estratos sociales. Y actúa, si es buena, con la misma solvencia que lo hace el medio campo de un equipo campeón de todo. Perdonen el símil. Fechas atrás, decía yo que el éxito del régimen de Franco fue mimar el nivel económico medio con el paso de los años.

El Gobierno del Partido Popular, quizá obsesionado con ser el más fiel seguidor de las políticas de Bruselas, o quizá de la señora Merkel, no dudó en tomar medidas que fueron empobreciendo a los miembros de la clase media y sumiendo a los pobres en la miseria. Los españoles, conviene recordarlo, lo han pasado mal. Muy mal. Y aún siguen  padeciendo las consecuencias de tan desmesurados recortes. Y, claro, los populares lo han pagado con creces en las urnas. Amén de haber dejado un escenario político sorprendente.

A mí, en cambio, el cuadro actual que ha quedado después de las elecciones no me ha sorprendido. Pues no pocas veces lo fui anunciando en mis escritos. Sin ser ni querer dármelas de politólogo. Pero los resultados de las urnas se veían venir desde hacía la tira de tiempo. Sobre todo por algo tan sencillo como la irrupción de las huestes de Podemos en las calles. En las calles, y en los medios, los dirigentes de Podemos se alzaron contra los recortes y la corrupción, y lo hicieron estudiando el comportamiento del pueblo y erigiendo en valores morales sus desgracias y en muchos casos también sus apetitos. Platón los llamó sofistas.

Como no podía ser menos, ante la irrupción de Podemos, surgió Ciudadanos como partido de centro que suele hacer acto de presencia ante cualquier extremismo. Ambos partidos han dejado al PP y al PSOE descolocados. Fuera de sitio ambos. Y, aunque la democracia actual es estable, es necesario que populares y socialistas hagan lo indecible por evitar cualquier desmadre. Aunque en el empeño hayan de dejar a un lado las envidias de partidos, los rencores y los odios. De no ser así, miedo me da pensar en lo que nos espera.









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