Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 27 de diciembre de 2015

Tonto excesivo

Miguel Delibes, en 'Pegar la hebra', libro que considera un desahogo personal de los temas que le inquietan, nos habla en uno de ellos de cómo la figuración de Rabal en Los Santos Inocentes, impecable, se diluye, sin embargo, al tratarse de un filme muy habitado. Como solía decirse en las antiguas gacetillas, "comparte honores estelares" con otros muchos actores y actrices de calidad. Y entre los méritos de Camus, director de la película, sobresale haber sabido armonizar la participación de todos, su hegemonía, en beneficio de la obra.

El maestro Delibes, además, nos hace ver que la interpretación de un tonto en una película suele ser muy socorrida. El exceso apenas se percibe, las dosis de gestos y ademanes no están tasadas, no claman. Y si además le pone un pájaro en la mano, la posibilidad de acertar se multiplican.

Naturalmente, sigue diciendo MD, en la interpretación del personaje de Azarías cabe la demasía, pero Francisco Rabal no incurre en ella. Su tonto es un tonto comedido, templado, absolutamente convincente. A lo que voy es a que con esta figuración no se agotan sus posibilidades artísticas, sino que aumentan.

Leyendo  una vez más a Delibes, en 'Pegar la hebra', en esta mañana del último domingo de 2015, me he acordado de la sañuda persecución a la que está siendo sometida Rafa Benítez; bien por no haber sabido armonizar la participación de todos los jugadores del Madrid, sin hegemonía individual, en beneficio del equipo o porque los futbolistas principales no han querido compartir, hasta ahora, labores estelares con los compañeros considerados secundarios.

En el Madrid, el papel principal lo sigue asumiendo Cristiano Ronaldo. Y es así, porque, al margen de sus indiscutibles cualidades como jugador, ante una reprimenda de José Mourinho, en su día, parece ser que supo cómo enemistarlo con los capitanes del equipo y otros compañeros de poca personalidad, y el entrenador decidió darse el piro.

Desde entonces, he venido observando, como madridista fetén pero sin chuparme el dedo gordo, que la estrella portuguesa está actuando en el césped con una torpeza desmedida; sobre todo cuando falla. Lo malo es que sus dosis de gestos y ademanes, sí están tasadas, y sí claman. Aunque no salga al campo con un pájaro en la mano. Lo cual podría ser motivo suficiente para que alguien lo calificara en cualquier momento de tonto excesivo. O sea.

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