Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 19 de enero de 2016

Nayim, Ramiro y Castillo

Quienes me conocen saben que los martes, salvo si me es imposible, "voy a darme un garbeo" por el centro de la ciudad. Paseo que aprovecho para pegar la hebra con cuantos conocidos me tropiezo y quieran pararse conmigo. No cabe la menor duda de que disfruto conversando. Es más, siempre he dicho que charlar con Nayim es un placer para mí. Por ser un tipo que reúne condiciones suficientes para hablar de cuanto se nos ocurra.

Así que hoy hemos vuelto a recordar cuando él era jugador del Tottenham Hotspur y yo le telefoneaba para que me pusiera al tanto de cómo transcurría la Premier League, cuando en España apenas se mostraba interés por ella. Sus magníficas explicaciones sobre cuanto acontecía en el fútbol británico me servían a mí para narrar cualquier partido de la liga inglesa en una televisión local; a la cual accedíamos con la parabólica (¿verdad, Manolo González Bolorino?).

Dejo a Nayim en buena compañía, y apenas he recorrido doscientos metros, hallo a Manuel Gómez Ramiro. Y, tras los saludos de rigor, nos adentramos en una cafetería cercana a tomar el segundo café de la mañana. No en vano hacía ya varios meses que no coincidíamos. Fue él un futbolista muy prometedor en sus años juveniles. De Ramiro -que era su nombre artístico- se decía que iba para figura. Por lo que, recién cumplidos los 17 años,  decidí ponerlo a jugar frente al Atlético de Madrid en un Trofeo Ciudad de Ceuta, temporada 82-83.

Ramiro nunca ha olvidado aquel momento. Ni mucho menos las palabras que le dedicó Luis Aragonés. Así que nunca se cansa de agradecerme la oportunidad que le di de disfrutar a su edad de tamaño acontecimiento. Ramiro se acuerda asimismo de cuando se me ocurrió recurrir a los servicios de Paco Castillo, también  en edad juvenil, en un partido que la Agrupación Deportiva Ceuta iba perdiendo por tres goles a cero frente a la RSD Alcalá. Y, claro, me invita a que le cuente cómo sucedió el hecho.

Veamos. Ganaban los alcalaínos, que contaban con un buen equipo, por tres goles a cero. Y, nada más comenzar la segunda parte, le dije a Castillo que se situara en la banda derecha y desde allí hiciera lo mismo que hacía en los partidos de los jueves. La salida del chaval fue decisiva. Hasta el punto de que la Agrupación Deportiva Ceuta acabó ganando por 4-3.

No hace falta decir que de la bronca generalizada durante la primera parte, los aficionados pasaron a un estado de júbilo inenarrable en la segunda.  El campo era un clamor. Y Castillo se sintió el más feliz de los mortales. Castillo era muy joven y le pudo la impaciencia a partir de entonces. Pero yo sigo teniendo el mejor concepto de él.









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