Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 14 de febrero de 2016

Encuentro con el metijón

Me lo encuentro por casualidad, después de mucho tiempo sin saber nada de él, en la plaza de África. Llueve y ventea de lo lindo, aunque el metijón parece estar en Babia. De niño, según me dijo un día, siempre le habían encantado los dulces; pero desde que padecía diabetes, tenía que hacer malabares para no caer en la tentación. No tiene buen aspecto. Pero yo me guardo muy bien de preguntarle al respecto.

El hombre del cual hablo hubo un tiempo en que me telefoneaba cada dos por tres para intercambiar impresiones conmigo. Las mismas que yo publicaba bajo el título de "El conocido metijón". Es decir, que el Fulano era un auténtico entrometido. De los que a veces uno está deseando mandar a tomar... baños de asiento. Pero la madurez, ese estado o condición que tanto bien produce, según dicen los sanadores de la mente, me lo impedía. Eso, y que el tío decía cosas tan interesantes como para dejarle chamullar a discreción. Por más que yo tuviera que morderme la lengua para no interrumpirle.

Decidimos adentrarnos en el Hotel Parador La Muralla y tomamos asiento en la sala de estar. Pasados los minutos de tanteos y de decirnos las cosas de rigor, le pregunté, como quien no quiere la cosa, por Mariano Rajoy, y el metijón opinó lo siguiente: "Siendo Rodriguez Zapatero presidente del Gobierno, yo te dije en una ocasión, y hasta creo que lo publicaste, que el mejor político de España era Rajoy. Y destaqué su flema y su porte de político inglés. Sobre todo a raíz de aquel baño parlamentario que le dio, siendo jefe de la oposición, a Ibarretxe; aquel lehendakari convencido de pertenecer a una raza especial,. de lengua milenaria y que, por tales razones, su pueblo no estaba dispuesto a pertenecer al Estado español. Pues bien, de aquel Rajoy ya no queda nada. Es más, está dañando a su partido.

Aprovechando las ganas de largar que tiene el metijón le inquiero acerca de esa manía que han cogido algunos políticos de hablarnos de progreso sin cesar. Como si esa palabra fuera el bálsamo de Fierabrás. Y el metijón, tras carraspear lo justo y dejar ver en su mirada una veta de sarcasmo, va y recita casi de memoria lo que sigue: "Generalmente todo el mundo es progresista. Faltaría más. Pues nadie quiere volver a la lavativa y a la sangría, a la falta de ducha y al retrete común en patio de vecinos. Pero, curiosamente, ahora sólo los que llevan barba  y visten ropa hecha a la medida de los pobres ricos, se creen en posesión de la verdad".

-¿Qué pìensas de las nacionalidades?

Esa palabra es origen de muchos líos. Pero de muchos. Así que me vas a permitir que te diga el enorme error que cometieron quienes la metieron en la Constitución. Los franceses, por ponerte un ejemplo, jamás hubieran hecho tal cosa. Nosotros, sin embargo, lo hicimos aun sabiendo que el localismo español ha tratado siempre de mantener una disociación permanente entre regiones.

Mi conocido y estimado metijón, a medida que ha ido respondiendo a mis preguntas, ha evidenciado cansancio, debido a su fragilidad física, así que decido acabar la conversación con esta pregunta: ¿tú crees que habrá otras elecciones?

-No lo creo. Pues a mí me da la impresión intuitiva y pituitaria de que Pedro Sánchez  logrará formar gobierno. Porque se juega mucho en el envite. Ya que, de no conseguirlo, podría ganarse el remoquete de parecer el bobo de Coria. Ahora bien, en caso de que haya elecciones otra vez, yo les recomendaría a los políticos que, durante la campaña electoral, no prometieran trabajo ni cosas por el estilo, puesto que ya sabemos que todos han asumido como propia la desvergüenza propalada, hace ya muchos años, por Tierno Galván: "Las promesas electorales están para no cumplirse". A cambio de mentiras, lo mejor que harían es gritar a voz en cuello que aprobarán una ley que obligue a los corruptos a salir a la calle con un cartel anunciando lo que son. Sí, ya sé que eso es volver a los tiempos de Maricastaña. Pero a grandes males.




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