Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

sábado, 23 de abril de 2016

Gareth Bale sigue tapando bocas

Me desagrada tener que fustigar otra vez a José Antonio Camacho: glosador del partido Rayo Vallecano-Madrid. La posición del satírico me desagrada, pero me resulta imposible pasar por alto, una vez más, las opiniones de un veterano y laureado futbolista y asimismo entrenador cuyos pareceres sobre algunos futbolistas son deplorables por parcialidad manifiesta. Al grano...

El Rayo Vallecano  a partir del minuto cinco de la primera parte, en los que Kroos y Kovacic impusieron su ley, abrumó al Madrid de tal manera que le hizo dos goles y pudieron ser algunos más. Y es que el equipo formado por Zidane fue avasallado en todos los sentidos. Sucedía, como ya es habitual -no ha mucho lo vimos en Getafe-, que Isco y Marcelo son incapaces siquiera de molestar a los rivales y hoy, con la compañía de Jesé por la banda izquierda, el Madrid comenzó a romperse por todos los sitios.

Así, el equipo de Paco Jémez vio el cielo abierto:  Pablo Hernández, Trashorras y Jozabed se adueñaron de la zona central y estimularon a sus delanteros para que presionaran a los defensas madridistas. Y a fe que Embarba, Miku y Bebé parecían jugadores de otra galaxia. El desastre se veía venir. Y llegó con goles:  Embarba octuvo el primero y Miku el segundo. Menos mal que en pleno temporal Keylor Navas, una vez más, demostró que es un felino.

Marcelo. ¿Cómo es posible que se le permita jugar a su aire? ¿Cómo es posible que por su banda no haya nunca orden ni concierto? Su anarquía, en todos los sentidos, si le gusta a Zidane,  al menos que tenga estudiadas las ayudas, coberturas o relevos por ese lugar. Por ese lugar, con un Marcelo alocado, se le ocurre al entrenador situar a Isco y a Jesé. Lo cual no deja de ser una decisión tan absurda como descabellada.

Pues bien, mientras el Madrid perseguía sombras y la tragedia deportiva se mascaba, Camacho nos hablaba de cómo Isco estaba actuando mejor que otras veces. Mejor que otras veces era conducir el balón excesivamente en un campo que tiene las dimensiones mínimas, y perderlo. Mejor que otras veces era regatear a uno, dos, tres contrarios y, como cenefa, dejar un agujero en su banda por la cual entraba Embarba como si fuera un bólido. Mejor que otras veces era no tirar a puerta ni una sola vez.en el primer tiempo. Pero Camacho seguía dándonos la tabarra al respecto. No cesaba de hablar maravillas de Isco. Que Santa Lucía le conserve la vista al señor Camacho.

En el Madrid, mientras tanto, era Bale quien asustaba al Rayo. El único que le obligaba a replegarse y, poco a poco, empezaron los jugadores rayistas a tener indecisiones. En una de ellas el galés superó a todos en un saque desde la esquina e hizo un gol extraordinario con la testa. Gol que le dio al Madrid ánimos suficientes para salir en la segunda parte más entonado. Pero los errores del Madrid continuaban: Marcelo jugaba a lo suyo... Jesé no tenía su día. E Isco se dedicaba a hacer su fútbol antediluviano. De pasecitos cortos, caños, fintas, regates y... con eso el Madrid seguía desnortado.

Lucas Vázquez, de quien llevo meses hablando bien, no en vano lo conozco de su etapa en el Castilla y en el  RCD Español, aprovechó, nada más salir al terreno de juego, un gran centro de Danilo y nos recordó al mejor Santillana. Golazo. Y victoria de un Madrid que bien pudo marcar más tantos. Gracias al extraordinario partido de Bale. Jugador que ha sido tan denostado por la prensa.

La entrada de Modric, en día lluvioso y desagradable, no aportó nada. Puesto que tardó muchos minutos en adaptarse a las circunstancias. Kovacic hizo méritos suficientes para haber terminado el partido. En cuanto a Benzema: nada de nada en esta ocasión. Tal vez porque se notaba unas molestias y decidió tomar las oportunas previsiones. Lo mejor la victoria del Madrid. Gracias a una gran actuación de Gareth Bale: dos goles y una entrega a la altura de su liderazgo en el equipo.









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