Manuel González Bolorino

Vengo pegando la hebra con él desde los años ochenta. Y hasta estuve trabajando en su televisión en los noventa. Y aunque no me precio de conocerlo, porque reconozco que es tarea muy difícil, sí me atrevo a decir que yo no he visto a nadie con su capacidad para salir indemne de cuantas emboscadas le han tendido.

Así se lo manifiesto cuando volvemos a coincidir, un martes más, en un bar de la calle Jaudenes. Y González Bolorino se limita, como es habitual en él, a quitarle importancia a mis palabras. Mientras que su semblante refleja el bien que le hace lo que le he dicho. Y es que los halagos son más fáciles de digerir que los denuestos.

MGB es suspicaz. Y la suspicacia tiene bien ganada fama de ponernos a la contra, nos coarta, nos aisla, nos enmudece las emociones y el elogio dispuesto y hasta la alegría. Lo cual no es óbice para que charlar con él sea siempre motivo de aprendizaje en una ciudad donde los hay siempre dispuestos a usar la daga traidora cuando menos se espera.

Aprendizaje de un hombre que conoce mejor que nadie las debilidades de los políticos de esta tierra y sin embargo no pierde jamás el norte. Es más, ha llegado ya a un extremo en el cual le gusta el juego. Ese juego en el cual lo que interesa no es perder o ganar, sino el placer de estar jugando. Que es un modo de sentirse vivo. Aunque a veces joda salir trasquilado.

Muchas han sido las veces que yo he discutido con González Bolorino; personaje que me cae la mar de bien y con quien disfruto charlando sin testigos. Es entonces cuando llego incluso a reírme de lo lindo con su forma de proceder. Tal es así que consigo sacarle la siguiente declaración: "Yo era del Barcelona hasta hace nada; mas, dado que ahora pierde más veces que el Madrid, he decidido cambiarme de camisa con el fin  de que mi corazón deje de sufrir".

Respuesta de un hombre que está convencido de que utilitarismo es todo lo que a él le produce beneficios. Y me parece muy bien. Sobre todo cuando su trabajo consiste en tener que tratar con individuos que sólo aspiran a que se les haga el artículo en los medios de comunicación para seguir medrando hasta el fin de sus días.