Hace ya mucho tiempo que yo no cruzo palabra alguna con Mohamed Alí (portavoz del Grupo Parlamentario de la coalición Caballas). Muy lejos quedan ya las buenas relaciones mantenidas con él cuando irrumpió en la política activa con brío suficiente y sobre todo con un discurso que nos permitió pensar que estaba en el buen camino para alcanzar grandes logros en la política local. Situación que malogró, según mi modesta opinión, al poner a Unión Democrática de Ceuta al servicio del Partido Socialista del Pueblo de Ceuta.
Aun así, un día de hace ya varios años, le recomendé Identidades asesinas. Por creer que la lectura de ese libro le vendría muy bien para seguir dándole lustre a su formación social y política. Ahora, tras leer unas declaraciones suyas en las que acusa a Juan Vivas de "crispar más aún a la población, culpando a los extranjeros de la delincuencia" (Amén de recriminarle al Partido Popular de Ceuta el que no haya respondido a la metedura de pata de Andrea Levi, en cuanto a lo que dijo sobre choque de civilizaciones), he decidido aconsejarle a Mohamed Alí La fuerza de los pocos. Con el firme deseo de que su ya vasta cultura siga preñándose de saberes. Por más que uno sepa sobradamente que los consejos reciben el mismo desdén que la semilla en terreno árido.
En La fuerza de los pocos podrá encontrar el dirigente de la coalición Caballas respuestas a muchas de sus dudas de lo que viene ocurriendo en un mundo -que llaman globalizado- donde se habla de La anomia. (término acuñado por el sociólogo francés Émile Durkeim). La cual se da en ámbitos muy diferentes. En muchos, demasiados, lugares de África, por una cuestión de mera supervivencia -que produce el desprecio a la vida ajena-, a menudo se rompen todas las normas morales y también en los llamados Estados fallidos.
Las normas son sustituidas por la violencia pura, ya sea individual o colectiva, de tribus o etnias que sirven de marco protector, o bien de objeto de odio. Y surgen las guerras civiles. La anomia se vivió en el Afganistán liberado, donde volvieron a imperar los señores de la guerra, amparándose en sus reconstruidos feudos y sus negocios...
Tampoco conviene echar en saco roto que las diferencias culturales forman fallas geopolíticas en torno a las cuales se producen los problemas de todo tipo. La cultura, por tanto, asciende peldaños en la jerarquía de las causas de los conflictos. Sigue siendo, pues, un signo de la época, frente al economicismo de marxistas -pregúntele al señor Aróstegui al respecto- y neoliberales. Y según un tal Huntington, lo que se pone de manifiesto no es tanto un conflicto entre territorios con culturas distintas cuando la coexistencia de diversos tiempos, diversos siglos, en el mismo lugar. Ceuta, sin embargo, es un ejemplo hasta ahora.
En cuanto al islam gobal, que puede haberlo, tengo la certeza de que usted sabe muy bien que la diferencia entre árabes y no árabes puede ser fundamental. Y que tan problemático resulta hablar de una civilización islámica como occidental. Y que éstas "rara vez están unificadas", y "hay más probabilidades de que luchen entre sí países de la misma civilización que de que se unan en monolíticos asaltos contra otras civilizaciones". Y por supuesto, no se puede hablar de civilización donde impera la injusticia y la inseguridad.
En cuanto al mundo islámico, en particular el árabe y el persa, lleva mucho tiempo metido en proceso de modernización (que no es occidentalización, ni tiene por qué serlo), de reformas. Hay muchos reformistas en el islam pero esas voces quedan tapadas por el ruido de los radicales. Mediante luchas internas de una rudeza sin precedentes. Lo que se traduce en guerras civiles. El mundo islámico está cambiando ante nuestros propios ojos.
Señor Alí, portavoz del Grupo Parlamentario de la coalición Caballas, espero que este espigamiento que he hecho en el libro que le recomiendo -Las fuerzas de los pocos-, con el fin de de avivar su interés por él, surta su efecto. Y una vez que se haya empapado del texto entero, verá cómo no siente más la necesidad de acusar a Juan Vivas de cosas con las que no se debe jugar. Y, sin embargo, no tiene el menor inconveniente en sellar sus labios cuando se producen hechos... que no creo necesario airear en estos momentos.
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