Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 14 de febrero de 2017

La última corrida celebrada en Ceuta


Tomando una copa en La Trastienda, bar que está siempre a tente bonete, se me pregunta si yo    cuándo se celebró la última corrida de toros en Ceuta. Y respondo a media vuelta de manivela:   fue el 7 de agosto de 1982. Y a partir de ahí, haciendo alarde de  mi memoria, decido contar lo ocurrido desde el día antes de celebrarse el espectáculo taurino.

Lola Flores estaba alojada en el Hotel La Muralla y muchísimas personas merodeaban por la plaza de África con la esperanza de verla. La Faraona  estaba contratada para actuar en los Jardines de la Hipica, con motivo de las Fiestas agosteñas.  

Ricardo Muñoz, alcalde de Ceuta a la sazón, llegó a la tertulia de El Rincón eufórico y hablando hasta por los codos: así que decidió contarnos la frase que le había dedicado al padre Arenillas mientras que le imponía el escudo de oro de la Ciudad: "Permítanme que les diga que hoy me siento como si estuviera en la Capilla Sixtina de Ceuta”.

Se habla de la corrida del sábado, mientras corre el vino fino y Alejandro, el jefe de barra de la cafetería, nos dice que ya  han llegado dos toreros: José Antonio Campuzano y Vicente Ruiz El Soro. Pedro Castillo, el tercer matador, como vive en Algeciras, llegará mañana. Torearán una corrida de Núñez, en plaza portátil, situada en lo que llaman terreno de la antigua estación de ferrocarril.

Esa noche de viernes, conocí  al popular Pepe Royuela. Sucedió en  Los Abanicos; una caseta  de feria sazonada con su singular presencia. Recuerdo hasta lo que me dijo: “Manolo, aquí hay mucho botejara distinguido”. Quedé enterado de que Royuela había hecho sus pinitos en el cine. Y, desde luego, pronto me percaté de que sabía más que los ratones coloraos.

El sábado, a la hora del aperitivo, llegó  Mari Trini, cantante ella, muy enfadada y quejándose amargamente de la falta de organización que había habido en la Caseta Municipal. Levantó  la voz para  decirnos que  la noche anterior se había topado con unos grifotas con pretensiones de hacerla madre. Mientras se desahogaba, le seguían  las miradas de su secretaria Colette y de Mari Nieves Calleja, su pianista.

La corrida de toros fue un bodrio. La espectacularidad de El Soro, luciendo más en el tercio de banderillas, por esforzado, fue lo más entretenido de la tarde. Y se confirmó que la tradición taurina se había perdido  en Ceuta con el paso de los años. Algo natural -dije yo en su momento-´, porque es imposible ser aficionado de algo que se ve de higos a brevas.


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