Los catalanes siempre se han arrogado el derecho de ser los más trabajadores del mundo mundial. En las escuelas les dicen a los niños que en las malhadadas épocas de Felipe V, Barcelona, que había sufrido, durante largos meses de sitio, epidemias, hambre y cañoneos de las tropas del duque de Berwick, se vio irremisiblemente forzada a capitular. Y cuando entraron los invasores se encontraron con un espectáculo realmente insólito: los catalanes, aquellos hombres que el día anterior estaban con las armas en la mano enterrando a sus muertos, se habían puesto a trabajar. ¡A trabajar!
Con esta historia, y otras similares, los catalanes creen estar legitimados para gritar a voz en cuello que ellos son los únicos que laboran en una España donde prima el sesteo generalizado. Olvidando que, cuando había en Cataluña doscientas empresas dedicadas al textil, los trabajadores andaluces eran mayoría. Tampoco se cortan lo más mínimo en proclamar a los cuatro vientos que el sentido común del catalán es lo que evidencia su superioridad sobre los demás pueblos de España. De ahí que hayan intentado dar cuatro golpes de Estado.
Los catalanes nunca se acuerdan de que ellos, cuando vivieron en El Reino de Nápoles, cometieron todas las tropelias habidas y por haber. Desmanes que ayudaron a que España fuera considerada una nación indigna. Y que se fuera forjando la leyenda de la España negra y de la que tanto se habló en su momento. Los catalanes presumen de ser insumisos. Y de que ocupan un lugar en el Mediterráneo, tan privilegiado, que les permite hacer lo que les salga de los... dídimos.
Y están tan convencidos de lo que dicen, y de que el Barça es el equipo de una nación sin Estado -Vázquez Montalbán-, que hasta le ponen pegas a la hermosa lengua castellana. Sin darse cuenta de que en Barcelona, y no digamos en sus provincias, la gente habla en catalán (mal), escribe en castellano (mal) y va mezclando los registros, cultos y populares, en permanente tránsito de lenguas, usos, tonos, jergas y modismos. Y acaban hablando de modo muy gracioso... Ridiculo.
Los catalanes independentistas son sectarios, racistas, antisistemas, y están convencidos de que la única forma de pertenecer a España es si se les permite catalanizarla. Ser ellos los que impongan sus normas. Su manera de proceder. En esta ocasión, la insumisión debió cortarse de raíz hace ya mucho tiempo. Y mucho más cuando el emerger de Podemos evidenció que tales comunistas estaban dispuestos, como en el 36, a unirse a los independentistas para romper la unidad de España.
En los años 30, la misma obsesión hizo decir a José María Gil-Robles lo siguiente: "Prefiero una España roja a una España rota". En esta ocasión, Mariano Rajoy ha tardado mucho tiempo en reaccionar ante la rebelión. Pero nunca es tarde si... Eso sí, produce vomitera lo dicho por Echenique -secretario de organización de Podemos-: "La aplicación del artículo 155 es la supresión de la democracia en Cataluña y en España". Y lo ha largado en la 1 de TVE. Este argentino tiene mucha jeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.