Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Luis Soriano

Ayer por la noche, dos horas antes de jugarse el APOEL-Madrid, estuve hablando con mi querido amigo LS, gracias a que tiene la atención de llamarme muchas más veces que yo a él. Luis fue un extraordinario futbolista. Me atrevería a decir que está entre los mejores nacidos en El Puerto de Santa María. Aunque yo siempre mantuve que su hermano Manolo era superior a él. 

Luis Soriano jugó conmigo mucho antes de ser veinteañero. Estuvo en el Cádiz -cedido al Balón-, en el Málaga -jugando en el Atlético Malagueño-, Villarrobledo y Portuense. En su tierra lo hizo varias temporadas con éxitos incuestionables. Su pierna izquierda era prodigiosa. Y, desde luego, siempre tuvo el sentido de la colocación como cualidad que le permitía dar la impresión de estar en todas partes. 

Nuestra amistad, a pesar de que él era cinco años menor que yo, surgió pronto. Eso sí, siempre lamenté no haberlo tenido como jugador en uno de los equipos entrenados por mí. Lo cual no impidió que viviesemos aventuras que él suele referir a quienes quieran escucharlas con la atención debida. Hay una que mi amigo cuenta y lo hace, según me consta, recreándose en la suerte de haberla vivido.

Sucedió lo siguiente: Juan Gallego, paisano nuestro, vivía en Ibiza. Y llamó a Luis Soriano para que me dijera si estaba dispuesto a hacerme cargo de la S D Ibiza. Cuyo último lugar en la clasificación del grupo catalán, valenciano balear, faltando 12 partidos para acabar la Liga, parecía condenarle irremisiblemente al descenso. Era jueves y el equipo ibicenco jugaba el domingo en el campo del Jupiter de Barcelona. Otro equipo abocado a perder la categoría.

Le contesté a media vuelta de manivela: el sábado por la noche, y tras arreglar ciertos asuntos particulares, estaremos en la Ciudad Condal para ver el partido. Pues el encuentro estaba anunciado a las doce de la mañana del domingo. Luis y yo cogimos un vuelo Sevilla-Madrid y Madrid-Ibiza. Ambos en aviones Fokker. Aparatos que se movían de lo lindo y cuyas azafatas nos obsequiaban con un güisqui para distraer al miedo.

En cuanto aterrizamos en Barcelona, nos dirigimos al Hotel Oriente. En plena Rambla. Allí estaba alojado el equipo ibicenco. El partido fue horrible. Ganaron los locales por goleada. Cuando regresamos al hotel, Luis  no dudó en decirme que no se me ocurriera aceptar el cargo. Y le respondí de tal guisa: el miércoles, tras haber recogido mis bártulos en El Puerto, estaré entrenando al Ibiza. Y te aseguro que ganaremos once de los doce partidos que quedan.

Mi amigo Luis, como no podía ser de otra manera, me tachó de estar loco, loco... de remate. Tras ganar diez partidos y empatar dos, mi querido Soriano jamás ha olvidado mis palabras. Incluso sabe sobradamente cómo se sigue hablando de esa gesta en Las Islas Pitiusas. Ayer por la noche volvimos a charlar sobre ese pasaje de nuestras vidas. También recordamos a su primo Manuel Gómez Barrera 'Manolín'. Magnifico futbolista y un tipo excepcional. E hicimos lo mismo con Ángel -fallecido hace tres años-. A quien yo fiché para el Portuense y luego se lo recomendé a la Agrupación Deportiva Ceuta.

A Luis Soriano le prometí, si nada lo impide, acudir a la cena organizada por él como presidente de la asociación de futbolistas veteranos de nuestra tierra. Que son muchos. En fin, que ya estoy deseando que llegue ese momento.





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