Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Beatriz

Me llama para ahondar en la herida que me ha dejado el pésimo partido jugado por el Madrid en San Mamés. Porque Beatriz es del Barcelona. Y no duda en decirme que esta temporada nos tocará sufrir de lo lindo a los madridistas. Incluso se atreve a vaticinarme que mi equipo ni siquiera logrará clasificarse entre los cuatro primeros de la Liga Santander. De modo que acepto su guasa para sonsacarle cosas relacionadas con su modo de vivir libremente. Y acierto.

Verás, Manolo, en la segunda quincena de noviembre, varias amigas decidimos pasar un fin de semana visitando pueblos del sureste salmantino, Fuimos a Béjar y subimos a Candelario. En Béjar se unió a nosotras un conocido de mi hermana con varios amigos suyos. Paramos en Guijuelo, también en Ledrada y nos encajamos en Baños de Montemayor. Pueblo perteneciente ya a Cáceres. Donde corrió el vino y la alegría.

De entre los varones que se sumaron a nuestra excursión en Béjar, uno clavó en mí sus ojos ojizarcos. Y pronto comenzó a tirarme los tejos de modo y manera que empecé a estar yo en mis glorias. Entre otras razones porque además de labia el tipo tenía un aquel capaz de hacerme temblar las piernas a la par que me recorría todo el cuerpo una calor abrasante. Así que en menos que canta un gallo le permití que me susurrara al oído lo que me haría si yo accedía a sus deseos.

-¿Qué pasó?...

-Que tardé nada y menos en rendirme a sus encantos...

-¿Y?...

-Que el desencanto fue enorme. Pues yo jamás había tenido que soportar un gatillazo de tal calibre. Y, claro, le he dicho a mis amigas que aún no me he recuperado de semejante agravio. Y ellas se han tomado el fiasco a cachondeo.

Mira, Beatriz, me vas a permitir que te cuente una historia de médicos que leí hace ya muchos años, acerca de una mujer que se quejaba de que su esposo hacía el amor con demasiada frecuencia, que nunca tenía bastante y que, finalmente le había causado angustia e inflamación. Esto había sido una evolución reciente, después de un matrimonio bastante neutral.

El médico sospechó de una especie de sífilis que causa priapismo. Llamó al marido y le hizo unas pruebas, pero no halló nada anormal. La mujer, entonces, observó que los excesos ocurrían en las noches cálidas, cuando el perfume del jazmín que florece de noche invadía su habitación. Habló de esto con su esposo, y una noche los dos salieron al jardín con tijeras de podar y cortaron el arbusto. Nunca más volvió a molestarla.

Beatriz, tras escucharme atentamente, me contestó con una celeridad repleta de deseos. "Ojalá fuera yo propietaria de una casa con jardín para plantar varios arbustos con jazmines. A fin de que el perfume invadiera mi dormitorio".

Y mi respuesta, para vengarme de la fobia que Beatriz le tiene al Madrid, fue la siguiente: a lo mejor te vendría como el anillo al dedo el hacerte con una maceta sembrada de jazmines de invierno para colocarla a partir de ahora en la mesita de noche cuando se te ocurra compartir el tálamo con persona de tu agrado. Por lo que pudiera ocurrir...

La salmantina me mandó allá donde el viento da la vuelta. Y, a renglón seguido, cortó la comunicación. Ojalá que nuestra amistad no se haya roto por contarle una historia que tiene visos de realidad. En fin, espero que pronto se le pase el enfado a Beatriz. Mi amiga.


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