Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 7 de febrero de 2018

Beatriz

Cinco de la tarde. Estoy en las musarañas cuando suena el teléfono. Pero la agradable voz de Beatriz me quita el nublado. Suena como suelen sonar las voces timbradas de felicidad. Y me digo para mí, porque creo conocerla ya lo preciso para intuirlo: lo suyo con Laura ha debido ser de dos orejas... Y no ando descaminado. Pues, tras los saludos de rigor, comienza a contarme lo ocurrido en la primera cita tenida con la anfitriona de la fiesta a la que acudió en compañía de su hermano y de su cuñada. En diciembre.

No necesito tirarle de la lengua para que Beatriz me ponga al tanto de que, habiendo regresado Laura y su marido de un viaje a Perú, recibió la llamada de ella a fin de invitarla a cenar en su casa. Así que ayer se presentó en el domicilio de la mujer que tuvo el valor de confesarle que estaba deseando besarla, cuando la fiesta reseñada estaba dando las boqueadas. Me dice que fue el marido de Laura quien la recibió. Por estar su mujer inspeccionando la labor de la cocinera. Cuestión de minutos.

Beatriz me describe al señor de la casa como alto, rubio, elegante, amable, y muy atractivo. Un hombre con estilo. Pronto apareció Laura. Y a mi amiga le dio la impresión de estar ante una diosa griega. Dada la perfección de su cuerpo. Entre bromas y veras accedieron al comedor. Y durante la cena hablaron de la estancia en Lima y de una fiesta extraordinaria compartida entre amigos. Eso sí, Beatriz se dio cuenta de que el marido de Laura estaba deseando ausentarse. Y acertó. 

-Laura, Beatriz, dijo PD en un momento determinado, estoy resfriado y el cuerpo me está pidiendo cama. Perdonadme, pues, que me retire. Aunque espero, Beatriz, verte mañana antes de que te vayas.

Laura, según sigue relatando mi amiga Beatriz, reflejó en su cara haber visto el cielo abierto. Y, en cuanto nos quedamos solas, tardó nada y menos en decirme que el postre nos esperaba en su dormitorio privado. Situado en un ala de la mansión. Y allá que emprendimos el camino hacia una morada que me cautivó desde que puse los pies en su interior. 

Me vi obligado, como no podía ser de otra manera, a preguntarle a Beatriz si el marido de Laura era consciente del porqué de su visita.

Y Beatriz me contestó que Laura le había dicho que sí. Incluso que fue más lejos. Verás, Manolo, Laura me contó que un día descubrió que a su marido le gustaban los varones jóvenes. Y, en vista de ello y para que el escándalo no repercutiera en contra de sus negocios, decidieron mantener las apariencias de matrimonio muy unido. Si bien acordaron también las siguientes medidas: las relaciones carnales entre ambos jamás volverían a producirse. Y, por consiguiente, cada cual podría irse a la cama con quien le apeteciera. 

Hablando de cama, Beatriz, cómo fue el primer encuentro...

-Mira, Manolo, no pretenderás que yo te describa con minuciosidad el cuerpo de Laura ni que te proporcione datos para que tú hagas una literatura fisiológica.  Ahora bien, de Laura debo decirte que en el amor es poderosa como un animal. Pero sin un ápice de ternura. Lo cual no impide que a mí me fascine el que me seduzca cuantas veces quiera ella.  







 











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