Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 20 de julio de 2018

El fútbol realizado por la Selección Francesa me gustó sobremanera

El 11 de julio se proclamó Campeona del Mundo de Fútbol la Selección Francesa. Y, desde entonces, se sigue opinando acerca del estilo de juego que ha imperado en los estadios rusos. Sobre todo en España. Debido a que nuestros jugadores llegaron convencidos al Mundial de que haciendo uso y abuso de la posesión del balón serían poco menos que un combinado invencible. 

Convencimiento alentado, conviene decirlo, por gran parte de los medios de comunicación. Y, desde luego, por quienes se aprovecharon de ese estilo, llamado tiquitaca, tras el Mundial de Sudáfrica, para darse pote de ser grandes defensores de una manera de jugar exquisita, concebida por los españoles. Hasta el punto de que durante años la arrogancia ha estado siempre presente en los aduladores de esa manera de jugar.

Ponerle pegas a un juego calificado de sublime incluso por quienes no sabían ni papa de fútbol, era exponerse a ser tachado de todo. Y lo peor del caso es que hubo entrenadores de equipos de medio pelo que decidieron emular al Barcelona de Pep Guardiola y a la selección de Vicente del Bosque, diciendo que preferían perder por goleada antes que empatar sin merecimiento. Y semejante desatino prendió especialmente en los periódicos deportivos.

Rayo Vallecano y la U D Las Palmas, por ejemplo, practicaban un juego menudo, de salón, indicio de impotencia. Y cuando se les preguntaba a sus entrenadores, respondían así: "Nuestro estilo de juego es innegociable". Aunque hubiesen perdido por goleada. El tiquitaca también fue innegociable para Fernando Hierro en Rusia. Aun a sabiendas de que ese estilo de juego carecía de vigor, de fuerza... Sustituyendo, además, la penetración, inexcusable para llegar al gol, por el control del balón, aunque fuera en campo propio. Actitud inútil, que a nada conducía y que estaba predestinada al fracaso. Y, claro, éste se produjo. Y mucho me temo que semejante fiasco no ha servido de escarmiento.

De hecho, vengo observando que los comentaristas del asunto siguen empecinados en defender un estilo de juego que aburre hasta las ovejas. Y, en cambio, no cesan de poner en duda el fútbol de contraataque con que la Selección Francesa se ha proclamado Campeona del Mundo. Un estilo con el que han sido capaces de atacar con cinco o seis jugadores.

Fechas atrás, Manolo Jiménez y David Vidal, dos entrenadores curtidos en mi batallas nunca apetecidas por entrenadores de primera fila, dieron su versión del tiquitaca y, en menos que canta un gallo, recibieron música de viento en abundancia. Cuando lo único que hicieron es anticiparse a lo que luego dijo el nuevo seleccionador: "Se trata de evolucionar no de revolucionar. "Y, desde luego, ya está bien de vender humo".

Ah, el fútbol realizado por la Selección Francesa me gustó sobremanera















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