Conversaciones en El Chorrillo

Cada mañana, cuando accedo a la playa de El Chorrillo, lo primero que busco con la mirada es la sombrilla donde suele estar ya cobijado José Eulogio Toledo, Tati para los amigos. Y allá que acudo presuroso a compartir con él un rato de sol, el baño correspondiente y la charla habitual. Alguna que otra vez faltamos a nuestra cita tácita, y a fe que ese día echo de menos ese intercambio de impresiones con quien siempre me ha mostrado su atención y, por qué no decirlo, se ha ganado mi afecto.

Tati sabe escuchar atentamente a quien le habla. Así que a su interlocutor no le queda más remedio que comportarse de la misma manera. Por tal motivo, y por otros que no vienen al caso explicar, a su sombrilla acuden muchos conocidos para entablar conversación con él. Jamás las opiniones de los presentes propician ninguna subida de tono. Cada cual dice lo que estime conveniente y el corrillo que se forma en ocasiones sirve para que sus componentes se conozcan un poco más.

Al amparo de esa sombrilla elegida de mañana por José Eulogio Toledo, Tati para los amigos, he tenido yo la ocasión de conversar con Antonio Fuentes Viña. A quien conocía de vista, desde hace la tira de tiempo, pero nunca había tenido la oportunidad de cruzar palabra alguna con él. Lo cual ocurrió hace ya varios días y desde el primer momento supe que estaba ante un magnífico contertulio. La palabra justa, acompañada del adjetivo preciso y una forma de contar las cosas con tanta sencillez como claridad.

Tampoco conocía yo la amistad que Antonio Fuentes había mantenido con Alejandro Sevilla. De cuya amistad también yo disfruté Hoy, cuando lo he sabido, acudí a la playa dispuesto a contarle una anécdota propiciada por la forma de ser del entonces vicario de Ceuta y el presidente del Tribunal de la Rota, llegado desde Sevilla a esta ciudad. Pero no pudo ser. Debido a que Antonio Fuentes Viña llegó a la sombrilla de José Eulogio Toledo, Tati para los amigos, cuando yo me marchaba. Otro día será...