Los conservadores tienen en España poco crédito, porque se relaciona con el instinto de conservar a favor de la clase instalada. Desde que se instauró la democracia, la izquierda, cuando ha querido desprestigiar a la derecha, la ha calificado de "conservadora". Porque sabe que esta identidad no es popular. Como tampoco lo es declararse comunista. De ahí, que salvo excepciones, proclamen serlo jóvenes adoctrinados por ciertos profesores universitarios que siguen tratando de aparentar lo que no son. Por motivos varios y que no vienen al caso adentrarse en ellos.
La irrupción de VOX en el escenario político, defendiendo la unidad de España como fin principal de su programa, ha generado confusión tanto en los partidos de izquierda como en los de la derecha; aunque el presidido por Abascal no deja de ser una rama desgajada del Partido Popular. Como asimismo ocurrió antes con Cs. El discurso de VOX tuvo eco en toda España y acabó consagrándose en las elecciones autonómicas de Andalucía. Éxito relevante que dejó patidifusos a sus rivales políticos.
Desde ese momento, PSOE, Podemos, Cs y PP, en mayor o menor medida, emprendieron una campaña en contra de una formación a la que tildaron de fascista. Mintiendo a sabiendas. Puesto que hay valores que deben ser exaltados cuando la ocasión los requiere. Y el independentismo catalán había dado ya muestras evidentes de querer hacer añicos a la nación más antigua de Europa. De modo que VOX hizo muy bien en poner el grito en el cielo. Aprovechando además el problema catalán para defender a ultranza otras cuestiones de interés general.
En principio, Cs se mostró reacio a participar en la alianza a tres bandas para que el presidente de la Junta de Andalucía fuera del PP. Alegaba que no quería saber nada de un partido reaccionario. Aunque no tuvo más remedio que acceder a formar parte de ese tripartito. Eso sí, poniendo muchas trabas para hacernos creer que lo hacían tapándose la nariz. Y lo único que lograron fue dejar entrever que lo que les pedía el cuerpo era volver a gobernar con Susana Díaz.
Sensación que ha permanecido hasta hace nada. Hasta el punto de que era ya un secreto a voces que Albert Rivera tampoco descartaba pactar con Pedro Sánchez si acaso de las urnas, en las elecciones de abril, salieran los votos suficientes para que ambos llegaran a un acuerdo de gobierno. Al cundirse semejante intención, no cabe la menor duda de que a Rivera se le arrugó el ombligo. Y, claro es, tardó nada y menos en decirnos a voz en cuello que él no pactará con el PSOE de Pedro Sánchez. Aduciendo el problema de los independentistas.
Albert Rivera comenzó diciéndonos que el era un liberal conservador. Y ahora airea que es liberal progresista. Es decir, que está tratando de obtener votos de la derecha moderada y asimismo de la izquierda. Confiado en que Cs sea visto como un partido capaz de escorarse a la derecha o a la izquierda, y por qué no al centro, siempre acorde con las circunstancias. Ser camaleónico tiene sus ventajas... Pero también sus inconvenientes. Por ejemplo: que los votantes acaben por no fiarse de quien cambia de discurso como de camisa. Así que no se entiende que AR haya descartado ya una posible coalición con el PSOE.
Desde ese momento, PSOE, Podemos, Cs y PP, en mayor o menor medida, emprendieron una campaña en contra de una formación a la que tildaron de fascista. Mintiendo a sabiendas. Puesto que hay valores que deben ser exaltados cuando la ocasión los requiere. Y el independentismo catalán había dado ya muestras evidentes de querer hacer añicos a la nación más antigua de Europa. De modo que VOX hizo muy bien en poner el grito en el cielo. Aprovechando además el problema catalán para defender a ultranza otras cuestiones de interés general.
En principio, Cs se mostró reacio a participar en la alianza a tres bandas para que el presidente de la Junta de Andalucía fuera del PP. Alegaba que no quería saber nada de un partido reaccionario. Aunque no tuvo más remedio que acceder a formar parte de ese tripartito. Eso sí, poniendo muchas trabas para hacernos creer que lo hacían tapándose la nariz. Y lo único que lograron fue dejar entrever que lo que les pedía el cuerpo era volver a gobernar con Susana Díaz.
Sensación que ha permanecido hasta hace nada. Hasta el punto de que era ya un secreto a voces que Albert Rivera tampoco descartaba pactar con Pedro Sánchez si acaso de las urnas, en las elecciones de abril, salieran los votos suficientes para que ambos llegaran a un acuerdo de gobierno. Al cundirse semejante intención, no cabe la menor duda de que a Rivera se le arrugó el ombligo. Y, claro es, tardó nada y menos en decirnos a voz en cuello que él no pactará con el PSOE de Pedro Sánchez. Aduciendo el problema de los independentistas.
Albert Rivera comenzó diciéndonos que el era un liberal conservador. Y ahora airea que es liberal progresista. Es decir, que está tratando de obtener votos de la derecha moderada y asimismo de la izquierda. Confiado en que Cs sea visto como un partido capaz de escorarse a la derecha o a la izquierda, y por qué no al centro, siempre acorde con las circunstancias. Ser camaleónico tiene sus ventajas... Pero también sus inconvenientes. Por ejemplo: que los votantes acaben por no fiarse de quien cambia de discurso como de camisa. Así que no se entiende que AR haya descartado ya una posible coalición con el PSOE.
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