Un buen día, de hace apenas nada, Zinedine Zidane (en pleno auge de su fama como entrenador, gracias a los clamorosos triunfos logrados por el Madrid en la Champions League) comprendió que estaba expuesto a los caprichos de la diosa Fortuna y sobre todo de algunos de sus jugadores. Quienes habían dado ya muestras, en ocasiones, de estar disconformes con las decisiones tomadas por un técnico que tenía y sigue teniendo algo de particular. Ese algo especial que le permite llamar la atención y despertar un interés inusitado.
Fue entonces cuando sintió el vértigo y la soledad por saber perfectamente que sus jugadores habían tenido tiempo suficiente para conocer al dedillo sus defectos. Y tomó la decisión, jamás esperada por Florentino Pérez, de marcharse a la francesa. Decisión tan improcedente como dañina para el club. El cual se vio obligado a contratar, de prisa y corriendo, los servicios de otro técnico. Tan de prisa que propició un escándalo mayúsculo el fichaje de Julen Lopetegui.
La espantada de ZZ, por más que los periodistas de bufanda digan lo contrario, se debió mayormente a que no deseaba realizar una tarea tan ingrata como difícil: dar bajas y acertar en los nuevos fichajes. Así que el técnico francés tomó las de Villadiego y se quedó de observador permanente de cómo discurrían las cosas en el equipo que le había dado la oportunidad de consagrarse en el banquillo. Sabiendo de antemano que siempre se le iba a echar de menos.
Fue Zidane, pues, testigo privilegiado del fracaso de Julen Lopetegui y así mismo de cómo Santiago Hernán Solari abordó la renovación con valor sereno y seco. Muy bien vista por quienes vigilan celosamente desde la llamada planta noble del Bernabéu cuanto acontece en la parcela deportiva. De no haber sido así, mucho me temo que Solari, empleado y conocedor de la 'Casa Blanca', no hubiera afrontado tan necesaria tarea. Aunque, lógicamente, supeditada a la consecución de logros deportivos.
Al fallar los logros deportivos, sobre todo el correspondiente a la Champions League, el regreso del hijo pródigo -Zidane- estaba cantado. Incluso pudo haber dirigido al Madrid en Valladolid. Pero era más prudente hacerlo ante un Celta, venido a menos, y luego, tras una semana de descanso, recibir al Huesca. Tiempo suficiente para obtener seis puntos y presentarse en Mestalla con nuevos bríos y con el apoyo de todos los descartados por Solari.
Descartados que no se han cortado lo más mínimo en airear a voz en cuello lo beneficiosa que ha sido la vuelta de Zidane. Por motivos obvios. Y a mí, que suelo estar siempre atiborrado de dudas, me gustaría preguntarle a Sergio Ramos, de sobrenombre El Gran Capitán, si Zinedine Zidane forma parte de esos cuantos entrenadores capaces de gestionar el vestuario aunque carezcan de conocimientos suficientes.
Lo cierto es que ZZ está actuando ya libremente y sin coacción. Por consiguiente, si los triunfos no llegan en la medida que exige el club más laureado del mundo, el tan celebrado técnico no podrá quejarse de nada. Y mucho menos si, dejándose llevar por cuatro o cinco buenos resultados, cree conveniente que Isco, Marcelo y compañía sigan jugando la próxima temporada a su libre albedrío. Ahora bien, Zidane debería evitar, cuando habla, poner en entredicho a Solari.
Descartados que no se han cortado lo más mínimo en airear a voz en cuello lo beneficiosa que ha sido la vuelta de Zidane. Por motivos obvios. Y a mí, que suelo estar siempre atiborrado de dudas, me gustaría preguntarle a Sergio Ramos, de sobrenombre El Gran Capitán, si Zinedine Zidane forma parte de esos cuantos entrenadores capaces de gestionar el vestuario aunque carezcan de conocimientos suficientes.
Lo cierto es que ZZ está actuando ya libremente y sin coacción. Por consiguiente, si los triunfos no llegan en la medida que exige el club más laureado del mundo, el tan celebrado técnico no podrá quejarse de nada. Y mucho menos si, dejándose llevar por cuatro o cinco buenos resultados, cree conveniente que Isco, Marcelo y compañía sigan jugando la próxima temporada a su libre albedrío. Ahora bien, Zidane debería evitar, cuando habla, poner en entredicho a Solari.
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