Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 22 de noviembre de 2019

Zidane acierta y Bale debe corresponderle


Debido a la siempre sempiterna discusión de cómo han de mandar los entrenadores, me ha venido a la memoria una conversación mantenida, hace ya bastantes años, con el presidente de un equipo que bajo su mandato obtuvo logros por encima de las posibilidades del club. El dirigente lo estaba pasando mal. Puesto que hacía una semana que se había visto obligado a destituir a un técnico en quien había depositado toda su confianza. Decisión dolorosa en lo personal y también en lo económico.

El presidente se entretuvo en definirme como era el entrenador que acababa de liquidar. "Domina la oratoria tanto como la diplomacia. Sabe sonreír mientras habla. Gesticula lo justo con los brazos. No hay un tópico que se le escape para no contestar a lo que no le conviene. Pocos le superan en don de gentes. Pero sus logros son escasos... Así que no pasará a la posteridad como un gran entrenador. Reconozco mi error por haberle contratado. A pesar de que los jugadores se sentían muy a gusto con sus modales. Y ahora tendremos que luchar para evitar el descenso".

El presidente, en vista de que yo tenía empleo, me pidió mi parecer acerca de qué entrenador le convenía para salvar la situación, y lo primero que se me ocurrió es recitarle de memoria lo que el general Miranda decía de sí mismo: "A los que me quieran, los quiero; a los que no me quieran, que me respeten; y a los que no me respeten, que me teman". Y, seguidamente, le apunté el nombre de un compañero que reunía cualidades sobradas para sacarle del atolladero en que se había metido.

El gesto del presidente no fue el más adecuado... Le inquirí al respecto. Y tardó nada y menos en decirme que mi recomendado había ganado fama de aplicar a los jugadores lo del palo y la zanahoria... Como si esa forma de actuar fuera improcedente. Así que no tuve más remedio que recordarle que la disciplina en cualquier faceta de la vida, si va acompañada de acciones afectuosas cuando sean convenientes, es indispensable. Pues un entrenador carente de autoridad no deja de ser un bulto sospechoso. Por más que algunos digan que el respeto se gana, no se impone.

En el fútbol, siendo un deporte de conjunto, imperan las individualidades por mor del egoísmo de cada cual por defender sus intereses. Por ser el egoísmo un hecho natural, es una necesidad de la vida. De ahí derivan todos los problemas que ha de soportar un entrenador. Cuya tarea es muy complicada. No en vano mandar es muy difícil. Y mandar bien es casi imposible. Aquel entrenador, recomendado por mí, obtuvo éxitos en un equipo que hasta su llegada había estado dando barquinazos.

A propósito, he leído -a las cuatro de la tarde- la respuesta que ha dado Zidane en relación con el 'caso Bale': "Bale volverá a ser decisivo. Creo que se hace demasiado ruido con el tema de Garetz". Magnífica contestación. Es la parte afectuosa del entrenador. La cual debe ir acompañada, a partir de este momento, con la disciplina justa. Y al galés no le cabe más que responderle a Zidane jugando como él sabe. Cuando le toque salir al terreno de juego. De no ser así, sus enemigos, los de Bale, que los tiene a manojos, volverán a las andadas. Y tal vez con razón.  



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