Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 20 de marzo de 2020

Espectáculo de mal gusto


La comparecencia de Pablo Iglesias en televisión (el martes pasado, como vicepresidente del Gobierno) fue un espectáculo de mal gusto e improcedente. El discurso del líder de Unidas Podemos le ha servido para despertar las iras de millones de españoles que lo ven como un individuo cuya capacidad más relevante es la de saberse de memoria el manual de los comunistas: hacerse notar cuando los pueblos están en crisis. Prometiendo el paraíso como el camino más corto para llegar al infierno de una burocracia desmedida y manejada por burgueses alojados en sus preciosas dachas.

Resolver una crisis siempre es difícil. Enfrentarse a un virus que mata y a la ruina económica que dejará la necesidad de abatirlo es, sin duda alguna, casi una proeza. Es lo que los expertos suelen llamar la tormenta perfecta. La sociedad es conflicto y la misión de la política es terminar con él. Y hacerlo con sentido común y equilibrio. Por lo que se impone la necesidad de contar con personas con capacidad de liderazgo, de convicciones, con principios, con valores... En vez de esto lo que encontramos ayer es el perpetuo maniqueísmo del señor Iglesias. Ese discurso bochornoso de los buenos y los malos, la luz y la oscuridad. La diferencia abismal que existe entre lo público y lo privado. 

La perorata del señor Iglesias se basó en indicarnos quienes son los enemigos del pueblo. Un enemigo al que acusar de todos los males y desgracias de la gente y que siempre pide un culpable. "Puesto que a la gente hay que desviarla de su camino para que acierte equivocándose, no sea que dé con el verdadero causante de la cosa". Mientras que el vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agencia 2030 del Gobierno de España se pavoneaba de su poderío ante las cámaras de televisión, tenía yo la certeza de que al presidente del Gobierno se lo estarían llevando todos los demonios.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se odian cordialmente. Pero están obligados a soportarse por necesidades de todos conocidas. Si bien es cierto que a medida que pasan los días los desencuentros irán aumentando en la misma medida que la aversión existente entre ambos. Y los españoles seremos víctimas de esas debilidades de los políticos. Manuel Azaña y Niceto-Alcalá Zamora, mutatis mutandis, fueron ejemplo de lo que decimos. Aunque sería injusto no reconocer que hubo partidos que pudieron evitar el pacto de PSOE y Unidas Podemos. Por el bien de España. Pero no quisieron.





















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