Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 15 de abril de 2020

Víctor Martínez Guerra


Lo nacieron en Benalup-Casas Viejas (1954). Llegó a El Puerto de Santa María en 1978. Su padre era médico y él estudió Farmacia. Veinticuatro años tenía cuando me fue presentado como directivo del Racing Club Portuense. Era un veinteañero que derrochaba alegría a raudales. Tardó nada y menos en granjearse la simpatía y el afecto de quienes lo íbamos conociendo. Su deseo de colaborar en todo lo que estuviera a su alcance fue notorio. Y sobre todo pudimos apreciar su generosidad con las personas necesitadas de ayuda. 

Víctor ocupó el cargo de relaciones públicas del Racing Club Portuense. Y además me acompañó muchas veces en el banquillo como delegado del equipo. Yo le llamaba en ocasiones boticario. Porque sabía que a él, como a casi todos los de su gremio, no le molestaba en absoluto que omitiera el título de licenciado en Farmacia. Gracias a él aumentó mi respeto -que ya era muchísimo- por todas las personas que contribuyen al buen funcionamiento de las farmacias. Y así se lo dije, una vez más, cuando hace dos años coincidimos en una cena celebrada en el Club Náutico de El Puerto de Santa María. 

Conociendo a Víctor Martínez Guerra, tengo la certeza de que debe estar pasando un mal trago por mor de las carencias existentes de guantes y mascarillas para enfrentarse al virus. Y sobre todo por su carestía. Impuesta por quienes se vienen aprovechando de la pandemia para hacer su agosto. Que son los de siempre: individuos que venden su alma al diablo con tal de hacer fortuna. Víctor, como todos los boticarios de nuestra España, lamentará lo que está sucediendo. Pero...

El pero consiste en que es al Gobierno al que le corresponde actuar cuanto antes en momentos en los que nuestras vidas penden de un hilo. Partiendo de que la base de la corrupción puede existir tanto en el sector público como en el privado, se considerará una actividad corrupta cuando el interés privado sea antepuesto al interés público, obteniendo un beneficio indebido a cambio. O sea.

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