Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 15 de mayo de 2020

Calle de Hermosilla

Es una vía de la ciudad de Madrid en el distrito de Salamanca. Cruza de parte a parte el barrio de Salamanca en dirección oeste-este, desde el paseo de la Castellana hasta la calle de Diego Bahamonde, en el barrio de la Fuente del Berro. Cuando yo vivía en Madrid, años sesenta, solía tomar el aperitivo en la Cafetería Bar Recoletos. 

Luego enfilaba la calle de Hermosilla para darme un garbeo por todo el barrio. Habitado por familias de clase media alta, riquitos de nuevo cuño y otros que hablaban continuamente de un pasado glorioso aunque venido a menos por vaya usted a saber los motivos. Los que más destacaban eran quienes durante la posguerra se habían puesto las botas con el estraperlo. Los delataba su vestimenta y las ostentaciones.

Los madrileños residentes en aquel distrito se sentían muy superiores a los domiciliados en otros barrios. Y qué decir de quienes vivían en la periferia de la ciudad. Vivir en la periferia era casi renegar del centro y de sus ideas políticas. Con un señor del barrio de Salamanca era imposible hablar del Real Madrid, del torero de moda, de cine, de teatro o del Tour... Lo sabían todo y no permitían que nadie les llevara la contraria. Y de política ni hablar.

Yo creía, hasta ayer o anteayer, que para el caso es lo mismo, que en ese barrio tan distinguido otrora, lo único que seguían conservando era el sentido común. Pero me he llevado un chasco viendo cómo sus vecinos se han manifestado contra el Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Sí, claro que tienen perfecto derecho a salir a la calle para protestar enérgicamente contra quienes nos gobiernan desacertadamente. Pero no incumpliendo las normas adoptadas para impedir los contagios de una infección que mata.

Así que me place decirles lo siguiente a los sudodichos manifestantes del barrio de Salamanca. El revolver de la ruleta rusa no se dispara más que contra quien la juega, y allá él. Lo que no puede admitirse es jugar a la ruleta rusa con el prójimo; bien está que la estupidez la pague él; en este caso, ellos. Y no los madrileños que están cumpliendo a rajatabla con las normas establecidas.  




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