Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 16 de agosto de 2020

El placer de la corporeidad

Durante el partido Manchester City-Lyon, de tan triste recuerdo para el equipo que dirige Pep Guardiola, Jorge Valdano -glosador destacado de Movistar Plus- aprovechó un primer plano del entrenador catalán, durante una de las interrupciones del encuentro, hablando con De Bruyne, para decir lo siguiente: "PG habla con todo su cuerpo; con los ojos, con las manos...". Y, de paso, recordó cómo se le notaban ya al entrenador catalán las arrugas que va dejando una profesión tan exigente que acelera el corazón. Músculo que va tomando nota de todos los excesos.

Inmediatamente me acordé de Vivir el placer. Título del libro escrito por el italiano Giacamo Dacquino en los años ochenta. Y que merece la pena leerlo. En el capítulo dedicado a la corporeidad, nos dice que el cuerpo no es sólo la suma de sensaciones y de interrelaciones psíquicas y, por tanto, el lugar de ser de la persona, sino también es un medio de comunicación, una vía privilegiada para entrar en relación con los demás.  

Además de hacerlo con la voz el hombre también "habla" con los ojos, la sonrisa, las manos, con todo su cuerpo. Amén del lenguaje verbal existe también un lenguaje "no verbal" o "corporal", que se expresa con el movimiento de los ojos, los gestos de la cabeza, los varios ademanes del cuerpo, el vestuario, el olor, el calor, etc. 

El "lenguaje de los ojos", por ejemplo, es muy importante en ciertas culturas, como en la de los tuareg del Sahara, donde la mirada es el único medio de comunicación no verbal, ya que los ojos son la única parte que no está tapada del cuerpo. Se puede, pues, verídicamente afirmar que los "hombres azules" sc "hablan con los ojos". Nuestra cultura ha dado siempre preferencia a la palabra y se nos enseña desde niños a leer y a escribir, a veces en alguna lengua extranjera; sin embargo, muchas expresiones de la cara y ciertos gestos del cuerpo tienen un vigor universal para manifestar rabia, disgusto, tristeza, placer y alegría. 

Si fuéramos más capaces de emplear y recibir las informaciones no verbales, la comprensión entre las personas ganaría mucho, puesto que sería más profunda. Así como el lenguaje verbal suele estar bajo el dominio de quien lo habla (excepto en casos de ansia o de ira), el corporal suele ser más espontáneo y a menudo involuntario, tanto cuando acompaña a la palabra (para hacerla más creíble, para subrayar ciertos significados y hasta para desmentirla), como cuando no la acompaña y se emplea solo.

Sobre el lenguaje corporal, además de ignorancia, existen también interpretaciones erróneas, por ser precisamente el cuerpo instrumento real o simbólico de varios significados (erotismo, estética, fealdad, fuerza, debilidad, ascetismo). Lo hermoso, por ejemplo, suele identificarse con lo bueno, lo feo con lo malo. El aspecto físico es factor importante para el acercamiento y para la relación que imponen con las demás determinadas profesiones, como la de médico, profesor o abogado.

La búsqueda y la elección por parte del paciente (o del cliente) de una persona físicamente "guapa" encubren, a falta de elementos más explícitos, la necesidad profunda de encontrar a una persona "buena"; o sea, abierta, cordial y dispuesta a ayudar. Si hasta hace pocos años el hombre con poder económico, político o cultural mostraba cierto desaliño, casi como si se tratara de una patente de mérito por sentirse comprometido entre otras cosas, hoy se cuida mucho más. Y es por el hecho de que esta época nuestra, basada en el mito de la eficiencia, una persona de aspecto agradable aumenta sus posibilidades de éxito.  

Tests especiales han demostrado que se acepta con más indulgencia el error cometido por una persona agradable, mientras que se es más severo si el mismo error ha sido cometido por una persona de aspecto poco agradable, precisamente por esa identificación de lo bonito con lo bueno, de lo feo con lo malo. Es fácil constatar, por ejemplo, cómo hoy día, años 80, se ha dejado de saber "dar la mano"; este gesto se ha vuelto rápido, formal, a menudo se hace de mala gana en forma fría, impersonal y hasta huidiza. Se ha perdido el significado de amistad que tenía el dar la mano, sobre todo el pasado, cuando significaba mostrarla sin estar armada con la espada ("Estoy desarmado y, por tanto, soy tu amigo").

Pues bien, si todo lo dicho ocurría ya en en la década de los setenta y ochenta, ¿pueden decirme ustedes que nos espera en esta época de mascarillas y de miedo al contacto con otras personas por mor de un virus que mata y que sigue poniendo a los científicos en evidencia? El cuerpo lleva camino de volverse mudo, dejando de ser apto para comunicarse, y por tanto las personas envejecerán pronto y hasta pueden que acaben perdiendo la chaveta.

 

 

 

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