Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 23 de noviembre de 2020

No es fácil ser periodista

Y mucho menos cuando se escribe en ciudades pequeñas. En La voluntad de José Martínez Ruiz -autor que luego adoptaría como seudónimo el apellido Azorín, personaje principal de la novela- leemos que la vida de los pueblos es una vida vulgar, una vida más clara, más larga y dolorosa que la de las grandes ciudades. Y Antonio Azorín piensa que el peligro de la vida de pueblo es que se siente uno vivir..., que es el tormento más terrible. 

De ahí que los prejuicios en los pueblos cristalicen con una dureza extraordinaria. Surgen las pasiones pequeñas. Y en vista de que la energía humana necesita un escape, un empleo, no puede estar reprimida y hace presa en las cosas pequeñas, insignificantes, y las agranda, las deforma, las multiplica... Y acaba razonando así: "He aquí el secreto de lo que podríamos llamar hipertrofia de los sucesos...". 

Estamos hablando de un pensamiento de principios del siglo pasado, pero que bien mirado, nos vale perfectamente para entender los motivos de muchas de las situaciones que vivimos en una ciudad pequeña, por sus escasos kilómetros cuadrados, como es Ceuta. No cabe la menor duda de que aquí, cual en muchos otros sitios, todos los hechos se juzgan mediante grandes dosis de exageración. Y tales hechos, si es posible, se mantienen en cartel hasta que la parte señalada con el dedo acusador, sienta el yugo opresor sobre su cuello y pida árnica o desaparezca por el foro. 

Yo he escrito durante muchos años en periódicos locales. Así que conozco de qué manera ciertas opiniones generan un clima enrevesado y aun peligroso para quienes opinan. Lo más leve que me ha ocurrido es que me dejaran de saludar personas que hasta entonces eran la mar de agradables conmigo. Y a la inversa. Circunstancias que difícilmente se producen en urbes grandes. Tampoco beneficia al opinante que la ciudad tenga ascendencia endogámica. 

Y me explico: sucede que de pronto te encuentras con que hay funcionarios que te han tomado el número y te esperan dispuestos a ajustarte las cuentas a la menor de cambio. Los hay emboscados, soñando con que se les presente la ocasión para molestarte hasta extremos insospechados. Incluso arriesgan lo indecible con tal de hacerte todo el daño posible. De ahí que escribir en esta ciudad, más que llorar, que dijo Mariano José de Larra, sea peligroso.  

Hace escasos días he leído cómo se ha tratado de denigrar a los profesionales de la pluma. Digo tratado porque no ofenden quienes quieren... Y tambien he quedado enterado de las respuestas de quienes se han sentido agraviados. La pena es que, salvo excepción, algunos de esos periodistas no dijeron ni mu cuando otros compañeros eran puestos en la Picota. Qué razón llevaba Albert Boadella cuando dijo: "Un político es un hombre al que no le gusta la crítica; por instinto será fascista".


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