Joaquín Sánchez

Nacido en El Puerto de Santa María, amén de ser un futbolista como la copa de un pino, ejerce también de actor comediante. Lo que tiene un mérito indiscutible. Por ser dos actividades complicadas y propensas a generar enemigos a cada paso. Porque aquí, cuando se regala un ditirambo, inmediatamente surge el pero consistente en sacarle algún defecto a la persona elogiada. 

Joaquín Sánchez, sin embargo, ha sido capaz de soportar las criticas negativas con el estoicismo que exige la buena educación. La adquirida en el seno de una familia donde su tío, conocido como El Chino, daba muestras evidentes de ella. Y qué decir de Aurelio, su padre, a quien tuve la suerte de tener como amigo.

El éxito alcanzado por mi paisano es tan indiscutible como merecido. Éxito es la terminación de algún asunto. Ayer vivió Joaquín el final de su carrera deportiva en el Benito Villamarín, aclamado por todos los béticos y por miles y miles de aficionados al deporte rey. Y también por quienes se han sentido atraidos por la imagen de un tipo capaz de reírse de su sombra. Con ese humor que le caracteriza. Y sobre todo porque Joaquín merece todo lo obtenido.

A propósito, es harto conocido que Joaquín Sánchez participará en un programa de televisión dedicado a la ocurrencia, al gracejo, a la agudeza y al humorismo. El estado ideal del humorista, según Henri Bergson, es la anestesia del corazón; es decir, tener compasión hacia el objeto o individuo que se ridiculice. El humor es un recurso de inocencia y la máscara eficaz de la rebeldía. Es, sin duda alguna, un recuerdo inteligente de la imaginación. De la que mi paisano anda sobrado.

En suma, si Joaquín Sánchez decide hacerse humorista profesional, tengo la certeza de que será aplaudido por tirios y troyanos. Puesto que el portuense es capaz de reírse de sí mismo. Y seguirá dando muestras de esa tolerancia que ha exhibido siempre en su vida como futbolista de primer nivel. O sea...