Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 12 de febrero de 2015

Funesta reunión

Los alcaldes de Ceuta y Melilla acostumbran a reunirse dos veces, cada año, desde hace unos pocos, en una ciudad y en la otra. Los informadores de estos encuentros entre Juan José Imbroda Juan Jesús Vivas, alcaldes de ambas ciudades, aprovechan las ocasiones para escribir con grandilocuencia de cuanto hacen y dicen ambos dirigentes. Incluso se atreven a darle categoría de cumbre a lo que no deja de ser una cita entre dos políticos pertenecientes al mismo partido, más bien con ánimo de darse cierto pote durante dos días ante los medios de comunicación.
Si la memoria no me falla, yo creo haber escrito siempre de las reuniones de estos alcaldes para hacer patente la poca relevancia de ellas, en todos los aspectos. Desde que uno recibe al otro en la estación marítima o en el aeropuerto; visitan el perímetro fronterizo y la desaladora; se dan un garbeo por las calles principales, y conceden una conferencia de prensa para comunicar que se han puesto de acuerdo en cuestiones fiscales y en asuntos económicos. Y, por si fuera poco, reconocen que han estado analizando minuciosamente el asalto a las vallas fronterizas. 
Cada cual, esto es, tanto Imbroda como Vivas, tanto monta, monta tanto, acude a los consabidos encuentros acompañado de un séquito compuesto por personas afines y procura por todos los medios revestir de mucho boato cuanto dan de sí esos dos días que a ellos, según me consta, les sabe a poco. Pues al vivir estresados por la enorme tarea que desempèñan diariamente y por cómo sufren, en sus propias carnes, la tragedia de los parados y las corrupciones que no cesan, tales encuentros les sirven, según dicen, cual terapia que les aporta un bienestar físico considerable.
Pese a lo dicho, créanme que yo no pensaba dedicarles este artículo a Vivas e Imbroda. Pues para mí sus reuniones, cada año, desde hace muchos, han estado siempre exentas de interés. Por creerlas innecesarias a todas luces entre dirigentes que suelen verse en los madriles cada dos por tres y, además, gozan de teléfonos gratis. Pero hete aquí que, cuando estaba tratando de elegir un tema entre varios para sacarle punta, oigo por la radio que Juan José Imbroda, alcalde de Melilla, ha sido imputado por el Tribunal Supremo por la posible contratación irregular de un abogado por parte de la Ciudad Autónoma que el preside. Abogado que cobró una pasta gansa.
Y lo primero que se me pasó por la sesera fue que la buena suerte, que es la ausencia de mala suerte, que ha tenido Juan Vivas durante toda su vida, le había hecho un corte de mangas. Un desaire. Hasta el extremo de que, quien nos preciamos de conocer a nuestro alcalde, estamos seguro de que ha pasado un mal trago. Del que, sin duda alguna, tardará en recuperarse. Me explico: de haberse maliciado Vivas que el Tribunal Supremo iba a notificar su decisión de imputar a Imbroda, hoy, tengan ustedes la certeza de que la reunión no se habría producido.
En rigor, estarán ustedes de acuerdo conmigo en que no deja de ser una coincidencia funesta que la prensa haya propalado -hoy- que el Tribunal Supremo ha imputado a Imbroda cuando éste estaba disfrutando en Ceuta de dos días de asueto a la vera de su mejor amigo: Vivas. Menuda papeleta. A partir de ese momento, el alcalde de Melilla ya les había aguado la fiesta a todos. Por más que al ser preguntado por los periodistas, no dudara en responder que él se encontraba "la mar de tranquilo". Mientras Vivas estaba ya, seguramente, subiéndose por las paredes. Y es que eso, señor Imbroda, no se le hace a un amigo. Y usted me entiende.

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