Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 13 de febrero de 2015

Anécdota sobre la corrupción

Antonio Puigvert, uno de los eminentes eurólogos del mundo, cuenta en el libro Mi vida... y otras más, una anécdota relacionada con Blas Pérez Francisco Franco. BP era catedrático de Derecho Civil, y fue nombrado en aquel entonces ministro de la Gobernación. Conviene decir cuanto antes que los ministros, en aquellas fechas, no eran mucho más que secretarios de despacho. Dice el doctor Puigvert que, paseando por el Rastro con BP, éste le contó una curiosa escena que le había sucedido con el Jefe del Estado.
Era la época de las restricciones de gasolina derivadas del bloqueo económico mundial al régimen español. Don Blas Pérez obtuvo una lista nominal de los usuarios de 4.600 vehículos oficiales destinados al servicio familiar de personajes con cargo oficial. Y se la mostró a Francisco Franco, con la información de los miles de litros de gasolina que aquellos coches derrochaban.
El Jefe del Estado revisó la lista con minuciosidad, informándose a fondo. Luego le dijo simplemente: "De ésto ya hablaremos otro día". Como quiera que ese "otro día" no llegaba nunca, Blas Pérez, pasado un tiempo que consideró prudencial, volvió al Pardo a plantear el tema. Franco, después de revisar la lista de nuevo le respondió: "Guárdese usted la lista, sólo conseguiría hacerme 4.600 enemigo más. No interesa".
Cuando leí esta anécdota, hace ya bastantes años, inmediatamente me acordé de otra similar ocurrida entre don Felipe Abárzuza y Oliva, ministro de Marina, y Franco. El almirante Abárzuza, un hombre de verdad, decidió en los sesenta decirle a Franco lo mismo que le había dicho Blas Pérez. Y recibió la misma respuesta. Eso sí, Franco conocía los nombres de todos los corruptos y, por tanto, los tenía siempre sometidos a su voluntad.
Traigo a colación este lance, que a buen seguro será desconocido por mucha gente, para decir a continuación que, recién instaurada la democracia en España, la corrupción principió a florecer como la mala hierba. Avivada, sin duda alguna, por las declaraciones que hizo Carlos Solchaga, famoso ministro socialista: "España es el país europeo donde es más fácil hacerse rico". Y, ante esa manifestación, cundió entre los españoles el siguiente lema: Hay que llevárselo crudo cuanto antes, si no queremos que se nos tache de tontos. 
De aquellos polvos vienen estos lodos de una corrupción casi generalizada entre políticos y sindicalistas y en los sitios menos esperados. Ahora bien, tiempos atrás, dado que la clase media vivía como debe hacerlo, hablar de corruptos estaba mal visto. Penalizado, vamos. Así que pobre de quien se atreviera a denunciar a fulanos que se lo estaban llevando crudo por la jeta. Pues inmediatamente era objeto de las iras de los que estaban convencidos de que el dinero no era de nadie. Y que estaba al alcance del primer Bárcenas, por ejemplo, que decidiera apropiárselo.

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