Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 2 de febrero de 2015

Pegar la hebra con un politico

Hace tres meses, más o menos, coincidí yo con un político local, a quien aprecio hasta el punto de haber salido en su defensa durante situaciones en la cual pintaban bastos para él. Y nos pusimos a pegar la hebra con total y absoluta tranquilidad. Debido a que ambos sabemos de qué pie cojeamos y del que también renquean todos los que pertenecen al mundo de la política y de los medios de comunicación. Y cómo en esos momentos sólo se hablaba de Luis Bárcenas y de la corrupción generalizada, existente en España, surgió el nombre de Al Capone: el máximo mito del gansterismo.

Al Capone fue el hombre que dio complejidad al negocio adivinando que la era del alcohol clandestino pasaría y debían crearse redes que comercializasen todo lo que abastecía las necesidades del triángulo fundamental del hombre: el bolsillo, la barriga y el sexo. Lo que siempre me hizo sospechar, así se lo referí a mi interlocutor, que Al Capone hubiera leído al Arcipreste de Hita. Y el político, en cuestión, me respondió que mi imaginación estaba siempre en ebullición. Por supuesto que se le olvidó añadir que, esa imaginación que me achacaba, y que yo no desdeño, está siempre bajo permanente control. Pues al tenerla reconocida como la loca de la casa, la suelo atar en corto.

Pero, una vez que había salido a la palestra el nombre de Al Capone "Scarfarce", no tuve el menor empacho en seguir hablando de él, como hombre que fue tan poderoso como para convertirle en un interlocutor válido con los poderes establecidos. Los que preferían negociar con él que enfrentarse a los gánsters uno por uno. Nada descabellado. Ya que ello sigue ocurriendo. Porque lo que funciona, y favorece a los privilegiados, no tiene fecha de caducidad. Y, por más que las clases más desfavorecidas traten de ponerle coto a semejante desdicha, nunca lo lograrán. Lo cual hace posible que la ley de Darwin esté siempre presente.

Mi estimado político, que de tonto tiene nada y menos, me invitó a continuar largando del gánster cuya vida privada fue destacada como ejemplar. De él se decía que estaba convencido de las ventajas morales de su modo de vida. Su concepto de la familia estaba por encima de cualquier sospecha. Siendo además un decidido adversario de la emancipación de la mujer; en este punto fue siempre inflexible: una mujer pertenece a su hogar y a la cuna de sus hijos. Y, de no ser así, los hombres no dejarán de ser una figura decorativa en la vida de las mujeres.

El político, tras escucharme atentamente, se interesó por las ideas políticas de Al Capone. Y no tuve la menor duda en recitarle de memoria lo que había dicho del comunismo de la época: "El bolchevismo llama a nuestra puerta. No debemos dejarle entrar. Tenemos que permanecer unidos y defendernos contra él con plena decisión. América debe permanecer incólume e incorrupta. Debemos proteger a los obreros de la prensa roja y de la perfidia roja, y cuidar de que sus convicciones se mantengan sanas".

Tales declaraciones del gánster por antonomasia, en aquel tiempo, debieron causar perplejidad en las personas honradas, así como la certeza de que las instituciones estadounidenses estaban corroídas por la corrupción. Y, naturalmente, decidieron acabar con quien se había permitido el lujo de hacer proselitismo de un modo de vida corrompido de arriba abajo. Eso sí, me reservé el derecho de decirle a mi estimado político, a quien presté ayuda cuando se le presentaban mal las cosas, que a los suyos les ha llegado el momento de enderezar el rumbo. Pero antes tendrán que prescindir de los imitadores de Al Capone. Cuyo proselitismo les hace mucho daño.