Escribir de los defectos del Madrid me acarrean a mí más enemistades
que airear. por ejemplo, los errores cometidos por nuestro alcalde. Que
ya es decir. Ello es algo que tengo más que comprobado. Y ni siquiera me
vale como excusa el que se sepa que yo soy un madridista fetén. El
sábado pasado, precisamente, tomando el aperitivo en un bar de la calle
Jáudenes, coincidí con unos conocidos y salió a relucir el momento que
está viviendo el equipo entrenado por Ancelotti. Y, cuando aún no
habíamos consumido diez minutos de conversación, decidí darme el piro
con celeridad. Y es que, a mi edad, no soporto a quienes hablan por boca
de ganso. Y hasta se atreven a pontificar.
La plantilla del
Madrid está compuesta por jugadores extraordinarios. Verdad que no
necesita demostración. Pero el Madrid como equipo no está definido. Su
4-3-3 es un sistema de mentira. En principio, porque sus delanteros, los
conocidos como la BBC, deambulan por el césped sin ton ni son. A su
aire. Holgazanean con la complacencia de un entrenador que les permite
hacer de su capa un sayo. De ahí que el juego del Madrid sea previsible y
ramplón. Es decir, de una vulgaridad impropia de la categoría del club.
El contraataque del Madrid, que tanto lo ha significado, brilla por su
ausencia. Y Cristiano, por muchos goles que siga haciendo, es
peor futbolista que cuando actuaba orillado a la izquierda. Por el
centro se diluye y encima le cierra los espacios a Benzemá.
El
Madrid ha venido dando una de cal y otra de arena hasta ahora. No sé si
motivado por el cansancio que ha mostrado o por la falta de disciplina
defensiva de sus delanteros. O por ambas cosas. Pues las dos van muy
unidas. Últimamente, y debido a que Casillas ya no tiene tirón, la prensa madrileña se sacó de la manga otro mito: Isco. Y los periodistas no se han cansado de decirnos que el malagueño es poco menos que Di Stéfano
redivivo. Y uno, que de ser perito en algo lo sería en fútbol, se ha
cansado de propalar que estaban exagerando las cualidades técnicas de un
muchacho cuya condición física seguía siendo frágil. Opinar así, como
también hacer hincapié en que el Madrid necesita urgentemente un portero
moderno, me ha hecho ganarme la inquina de quienes chamullan de fútbol
como si fueran profesionales de la cosa.
El Villarreal, más que
llevarse un punto del Santiago Bernabéu -de haberse llevado los tres
también tendría que hablarse de justicia-, ha mostrado al mundo entero
las carencias del equipo madridista. Y lo ha hecho con suma facilidad:
situando a Campbell, jugador veloz, combativo, con gran capacidad física y no pocas cualidades, entre Isco y Marcelo,
y mediante esa misión táctica, el equipo castellonense fue superándose
hasta el punto de enseñarnos la peor versión de los locales. El cambio
de Isco, no aceptado por parte del público ni tampoco por los
periodistas aduladores del malagueño, tal vez sea el único acierto que
haya tenido Ancelotti en este partido. Aunque se dio cuenta demasiado
tarde de que en ese lado se estaban generando todos los problemas del
conjunto. Torpeza, pues, por parte del técnico italiano.
Marcelino Toral,
que salió de Sevilla deteriorado como entrenador, ha sido capaz de
reverdecer laureles en Villarreal. Al conseguir en pocos años formar un
equipo estupendo, compuesto por jóvenes futbolistas y donde todos
saben a qué juegan. Su planteamiento frente al Madrid fue perfecto. E
insisto: la misión concreta a Campbell, cumplida por éste con creces,
fue la ideal para hurgar en la herida de todos los defectos que acumula
el conjunto merengue desde hace tiempo. Desde el mismo día en que ganó
la Décima en el último instante de un partido que había jugado muy mal.
Y, claro, aquel sonado éxito está haciendo el daño consiguiente. Y lo
peor del caso es que, ahora mismo, cualquier madridista, de verdad, pero
no tonto, sabe que el equipo no está en condiciones de enfrentarse a
uno de los grandes en la Champions League.
El empate del
Villarreal en el Bernabéu, bien mirado, puede que le sirva a Ancelotti
para reaccionar antes de que los males que aquejan al equipo se muestren
en momentos decisivos de la Liga y de la Champions League. Porque el
técnico italiano sabe perfectamente donde le aprieta el zapato. No
obstante, mucho me temo que sea incapaz de poner remedio al asunto.
Visto lo visto hasta ahora. Que no ha sido otra cosa que tratar por
todos los medios de quedar bien con todo el mundo. Así, a ver cómo le
explicará en su momento a los periodistas que Isco, por ejemplo, no es
más que lo que es... Ancelotti sabe que se ha metido en un lío.
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