Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 15 de marzo de 2015

Los políticos son mirados con desprecio

Yo no sé si el poder, además de corromper, embrutece, o si un grado notable de degradación moral, restringe la política a la gente más mediocre, pero la impresión es que el nivel de nuestros gobernantes y sus expertos asesores resulta más bajo que nunca. Sería absurdo negar que los políticos no llevan ya años siendo mirados con desprecio. Parece mentira que los políticos no quieran darse cuenta de que la aversión que la gente siente hacia ellos no cesa. Y cada vez son más los ciudadanos que no se cortan lo más mínimo a la hora de despellejar a una clase política carente de credibilidad.

En todos los pueblos de España sigue latente la marea del descontento contra quienes vienen mandando pero no gobernando. Que es lo peor y más peligroso que le puede ocurrir a quienes ostentan poder. Durante muchos años, testigos estamos siendo de cómo muchas personas se dedican a la política por necesidad, porque no saben hacer otra cosa. Personas que, aprovechándose de las listas cerradas de los partidos ocupan cargos importantes y, de la noche a la mañana, su tren de vida les hace sospechosas de no tener escrúpulo alguno a la hora de poner el cazo.

La corrupción de los políticos, y perdonen que no me canse de redoblar el tambor, recién instaurada nuestra democracia, fue vista como algo natural. Yo recuerdo haber opinado sobre los trincones, en aquel tiempo, y obtener la siguiente respuesta: "No deja de ser tonto quien no se aproveche de su cargo para hacerse rico cuanto antes. Es más, seguían dando su parecer, quien no lo hace está mal visto por los suyos y, además, le hacen la vida imposible".

De aquellos años, cuando en España se hablaba de política a todas horas y en todos los sitios, yo podría referir no pocas historias de políticos desvergonzados. De políticos carentes de dignidad y que vivían todo el tiempo pensando en cómo llenar la faltriquera. Eran los mismos que solían decir que el buen político era el que lograba impedir que la gente metiera las narices en lo que sí les importaba. Es cierto que la corrupción comenzó a imperar en la política porque los poderes públicos tienden siempre a protegerse más a sí mismos que a la sociedad a la cual deberían servir en todo momento y qué mejor servicio, entre otros muchos, que haberse tomado en serio a los corruptos.

La mejor manera era, y sigue siéndolo, someterlos a una persecución  implacable, para que acabaran pagando sus desmanes. Pero no fue así, salvo casos contados; y, claro, los años de la democracia fueron transcurriendo bajo la adaptación de la gente a lo que se había convertido en algo habitual: que muchos políticos formaban parte del moderno patio de Monipodio. El derroche de dinero público estaba a la orden del día y, peor aún, que los ladrones no estaban mal vistos. Y al político que cogían metiendo la mano, uno de higos a brevas, éste era calificado de memo por haber dejado huellas suficientes para ser descubierto.

Verdad es que los tiempos han cambiado. Debido a que la clase media hace ya mucho que se ha perdido y sus miembros andan que se suben por las paredes. Y me  imagino que muchos de ellos estarán deseando acudir a las urnas para depositar el voto de la venganza. Mi parecer es que, sobre todo en las elecciones generales, surgirá el voto del resentimiento contra quienes no han tenido piedad con esa gente que ha pasado de vivir decentemente a tener que acudir a comedores sociales. Existe, porque se palpa, un sentimiento negativo contra los políticos. Y se lo han ganado con creces

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