Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 24 de junio de 2015

Bernabéu, Ramos y Florentino

Cuando los jugadores del Madrid se olvidaban de que pertenecían a un club donde los comportamientos eran mirados con lupa y los triunfos eran tan necesarios como el respirar, don Santiago Bernabéu echaba mano de la santiaguina. Reprimenda a los futbolistas que se quedaban petrificados ante la claridad contundente con que se pronunciaba un presidente que luego sabía compensar más que bien los esfuerzos de los suyos.

Don Santiago Bernabéu estaba al tanto de cómo el hincha madridista, durante toda la semana, lamentaba su triste sino de productor, que le obligaba a trabajar diariamente, impidiéndole dormir la siesta después de comer o reposar tranquilamente la digestión sentado en los divanes de cualquier café. Eran tiempos grises y difíciles de una España en la que, sin embargo, el fútbol de los domingos hacía de bálsamo de Fierabrás.

Los hinchas madridistas, como los de otros muchos equipos, acudían al campo lloviendo, nevando, venteando o haciendo un frío estepario. Muchos de ellos vestidos con ropas poco adecuadas para combatir las inclemencias del tiempo y soportando, además, las inconveniencias de un graderío en el cual había que permanecer de pie. Pero ver ganar a su equipo significaba para el hincha estar toda la semana sacando pecho en el tajo.De ahí que las derrotas acongojaran tanto.

Don Santiago Bernabéu era muy dado a dar tales consejos a sus jugadores: "Procure casarse con esa novia del barrio en que usted nació...". "No hagan ostentaciones innecesarias...". "Circulen por Madrid con un coche que no llame la atención". "No alardeen de nada". Y así fue sembrando la semilla que germinó en un Madrid imperial. Sí, ya sé que los tiempos han cambiado, y para bien, y que hablar de cómo entendía su cargo aquel presidente del Madrid es poner de manifiesto el Ordeno y mando. Pero tampoco es menos cierto que esa autoridad es la que está exigiendo el comportamiento de Iker Casillas y Sergio Ramos. Ambos futbolistas, con Bernabéu, no estarían ya en el Madrid desde hace varias primaveras.

Ramos es un buen futbolista jugando con misión concreta y, naturalmente, no haciéndolo de central por la izquierda. Demarcación en la que estuvo atinado mientras supo aceptar sus defectos y procuró ocultarlos de la mejor manera posible. Desgraciadamente, las adulaciones le han sentado muy mal. Y se ha empeñado en actuar como si estuviera sobrado. Y, como su pierna izquierda no ha evolucionado nada, se ha obsesionado con sacar jugado el balón con la derecha mediante cambios de orientación -por sistema- que a nada conducen. Luego, cuando ha de girarse para correr detrás de su rival, lo hace hacia la línea de cal, como suele hacer cualquier jugador infantil que, siendo derecho, sea situado en la banda izquierda. Conclusión: comete desatinos impropios de un jugador en cualquier categoría.

Sergio Ramos lleva ya mucho tiempo rindiendo por debajo de sus posibilidades. Y además no cesa de meterse en camisa de once varas.  Y, por si fuera poco, está exigiendo que le renueven su contrato por diez millones de euros. Una auténtica burrada. Pues es consciente de que su defensa acérrima de Casillas y su oposición a Mourinho, amén de lo atento que es su hermano -y representante- con la prensa, le ha puesto en inmejorables condiciones para ser defendido por Relaño y otros de esa laya. Florentino Pérez parece que está dispuesto a ceder ante tamaño chantaje. De hacerlo habría que incluirlo inmediatamente en el club de los maricomplejines. Palabro que le tomo prestado a Federico Jiménez Losantos.

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