Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 7 de junio de 2015

Luis Enrique debería darse el piro

El Dardo en la palabra y El Nuevo dardo en la palabra son dos libros que llevan ya mucho años disfrutando de un sitio privilegiado en los anaqueles de mi modesta biblioteca. Tan privilegiado como para que nunca pueda yo perder la visión de ellos aunque quisiera. Así, ante la menor duda acerca de nuestra lengua, que suele ocurrirme muy a menudo, acudo presto a recibir las enseñanzas que nos legó al respecto el autor de los mismos: Fernando Lázaro Carreter.

De  Lázaro Carreter  no he dejado de acordarme desde que Madrid y Juventus salieron emparejados en el sorteo de las semifinales de la Champions League. Debido a la fruición con que abundantes informadores han aprendido que los equipos deportivos italianos se designan con nombres femeninos. Helos, por tanto, como decía el gran maestro de nuestro idioma, diciéndonos y escribiéndonos a mansalva la Juventus y la Roma. Con su género originario quedan más exóticos, y ellos, los locuaces, con un halo de distinción cosmopolita.

Transcribo literalmente este párrafo de LC: Que los italianos feminicen esos nombres de equipos se debe a que subyace la concordancia con squadra. Un castellano-hablante, sin conciencia de tal hecho, oyendo o leyendo la Juventus debe perder el norte. Pero su sorpresa acarrea admiración al informador, y eso es lo que a éste le importa, no la digna propiedad de la lengua.

El Juventus -y no la juventus que parece mote de hembra aristocrática venida a menos- tenía pocas posibilidades de ganarle al Barcelona en el estadio Olímpico de Berlín. Escenario ideal para tan grande acontecimiento futbolístico. Pero, cuando se produjo el empate con el gol de Morata -el cual  llevó por la calle de la amargura, dicho sea de paso, tanto a Mascherano como a Jorge Alba-, pensé que podría obrarse el milagro favorable a los italianos. Simple espejismo. O tal vez era parte de mi madridismo más cerril que anhelaba la derrota azulgrana fervientemente.

Mas mis malos instintos se acabaron en un tris. En un abrir y cerrar de ojos. Fue debido a una jugada en la cual Pogba - a quien se le está encumbrando demasiado- y Alves rodaron por el suelo y los turineses se quedaron reclamando penalti al turco Cakir -ábitro-, mientras que Messi aceleraba su motor, fabricando el gol del caníbal Suárez. No era la primera vez que los italianos dejaban despoblada la zona vital del medio campo y a sus defensores a merced de los tres atacantes azulgrana. Lo cual se me antojaba hecho muy extraño tratándose de un equipo italiano. Pero ocurrió así.

Si bien es cierto que nada sucede si no es como consecuencia de algo. Y ese algo empezó cuando se veía a la legua que Pirlo, tan admirado y querido por su forma de entender el fútbol y de jugarlo, ya no es ni la sombra de lo que todos los amantes del deporte rey quisiéramos que siguiera siendo. Tal es así que, al margen de jugar andando y de perder el sitio en su parcela, ni siquiera acertó en las jugadas de estrategia. Sus golpeos a balón parado fueron deficientes en grado sumo. Hace un año, más o menos, ya se le notaba su declive... Pero tiene tan buena prensa que nadie se atrevió a airearlo.

Así que el triunfo del Barcelona era algo que estaba cantado. Por más que su juego en la final no fuera el mejor. Lo mejor ha sido el éxito logrado por Luis Enrique. No en vano ha logrado tres títulos de una tacada. Y pensar que en el frío invierno Andoni Zubizarreta, director deportivo, que había apostado por el entrenador, fue destituido. Bien ha hecho Luis Enrique acordándose del director técnico en la hora de los halagos. La destitución de Zubizarreta, en su momento sería ahora, sin duda, la mejor baza del entrenador para darse el piro. Y así mataría dos pájaros de un tiro. Puesto que a ver quién es el guapo que le enmienda la plana al técnico asturiano.


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