Los alcaldes de Ceuta y Melilla acostumbran a reunirse dos veces cada año, desde hace unos pocos, en una ciudad y en la otra. Los informadores de estos encuentros entre Juan José Imbroda y Juan Jesús Vivas aprovechan las ocasiones para escribir con grandilocuencia de cuanto hacen y dicen ambas autoridades. Incluso se atreven a darle categoría de cumbre a lo que no deja de ser una cita entre dos gobernantes pertenecientes al mismo partido, más bien con ánimo de darse cierto pote ante los medios de comunicación.
Así me refería yo a la visita del alcalde de Melilla a Ceuta, el 12 de febrero del año en curso, y hasta volvía a ratificarme en lo escrito anteriormente, al respecto de tales reuniones: carecen de relevancia en todos los aspectos. Desde que uno recibe al otro en la estación marítima o en el aeropuerto; visitan el perímetro fronterizo y la desaladora; se dan un garbeo por las calles principales y conceden una conferencia de prensa para comunicar que se han puesto de acuerdo en cuestiones fiscales y en asuntos económicos. Y, por si fuera poco, reconocen que han estado analizando minuciosamente el asalto a las vallas fronterizas.
Y también contaba cómo Vivas e Imbroda acudían a los consabidos encuentros acompañados de un séquito compuesto por personas afines; quienes procuraban por todos los medios revestir de mucho boato cuanto daban de sí esos dos días que a ellas, según me constaba, les sabía a poco. Pues al vivir estresadas por la enorme tarea que desempeñaban diariamente y por cómo sufrían, en sus propias carnes, la tragedia de los parados y las corrupciones que no cesaban, tales encuentros les servían cual terapia que les aportaba un bienestar físico considerable.
De pronto, cuando yo estaba a punto de gritar a voz en cuello que las susodichas reuniones carecían de todo interés. Que eran innecesarias a todas luces. Ya que ambos alcaldes se veían en Madrid a cada paso, surgió la noticia: Juan José Imbroda, alcalde de Melilla, ha sido imputado por el Tribunal Supremo por la posible contratación irregular de un abogado por parte del Ayuntamiento que él preside.
Y a mí me dio por opinar lo siguiente: de haberse maliciado Vivas que el tribunal Supremo iba a notificar su decisión de imputar a Imbroda, estando en Ceuta, tengan ustedes la certeza de que la reunión no se habría producido. Y hasta dije que no dejaba de ser una coincidencia funesta que la prensa propalara, en ese momento, la imputación de Imbroda cuando éste estaba disfrutando de dos días de asueto a la vera de su mejor amigo: JV.
No me cabe la menor duda de que aquel día, es decir, el 12 de febrero del año que corre, el alcalde de Melilla le aguó la fiesta a nuestro alcalde. Y hasta es posible que un susceptible Imbroda percibiera en el ambiente desaires a granel. Lo cual no deja de ser una suposición mía. La que traigo a colación, cómo no, debido a las declaraciones hechas por Imbroda, propalando su austeridad como alcalde en comparación con lo que, según él, viene despilfarrando Vivas. ¿Seguirán disfrutando ambos alcaldes de reuniones tan placenteras?
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