Su nombre, a estas alturas, puede que a muchos ceutíes les suene a chino. Y la verdad es que tampoco los gobernantes de Ceuta, tan dispuestos a resaltar la importancia de otros deportistas caballas, han hecho nada para festejar el extraordinario historial de quien fuera un futbolista admirado en Barcelona y querido por todos los compañeros que tuvo durante las temporadas pasadas en el club azulgrana.
En cierta ocasión, entrevistando a Domingo Balmanya, que había sido compañero de Pepe Bravo en el Gimnástico de Tarragona, en Primera División, le pregunté por el jugador ceutí. Y DB -entrenador de tronío y seleccionador nacional-, a quien yo había tenido varias veces como adversario en los banquillos y con quien mantenía muy buenas relaciones, respondió así:
-Mira, noi, Pepe, a pesar de ser pequeño de cuerpo, se transformaba en un gigante cuando tocaba ponerse el traje de faena para enfrentarse con unos defensas que asustaban ya con la mirada y te decían impropios y te daban patadas que te dejaban molido. Él, debido a que era persona de mucho carácter, velocidad y arrojo, los burlaba una y otra vez y hasta los amedrentaba. En cuanto a su fuerte carácter, había que entenderlo... Porque, antes o después, se convertía en alguien dispuesto a dar la cara por sus compañeros. Pepe siempre iba de frente y se le veía venir. Balmanya acabó preguntándome por su amigo del alma: "¿Cómo se encuentra Pepe ahora?".
Le contesté que bien. Pues esta conversación la mantuve yo con Balmanya antes de que Pepe Bravo se metiera en la cama para no levantarse más.
Mi amistad con Pepe Bravo fue tardía. Se fraguó en 1983. Cuando un día me dijeron en la sede de la Agrupación Deportiva Ceuta, situada en Rampa de Abastos, que a Bravo le apetecía viajar con el equipo a Badajoz. Y no dudé en dar el visto bueno para que el exjugador del Barcelona viajara con la expedición. Durante el viaje lo tuve de compañero de asiento en el barco y en el autocar y luego compartimos horas de charla en la ciudad pacense. Tiempo más que suficiente para percatarme de que PB había leído hasta dejarse los ojos arrasados. Por lo que gozaba de una cultura que se reservaba para las ocasiones en que alguien quisiera entrarle torcidamente. Así que aquel hombre sabía hablar y decía cosas muy interesantes de casi todo. A partir de entonces nuestra amistad tomó vuelo.
Hablo de Bravo, una vez más, como bien podría haberle dedicado el espacio a José Paz o a otros grandes jugadores nacidos en Ceuta y merecedores de que un recinto deportivo sea rotulado con su nombre. Pero nunca a costa de borrar el de Alfonso Murube. Por haber sido falangista y luchado en el bando de Franco durante nuestra guerra incivil. Los hay muy atrevidos. Ah, Nayim, a quien aprecio de veras, puede ser inmortalizado en otro espacio.
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