Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Risa sardónica

La ironía es una figura retórica. Manejar la burla fina no es fácil. De ahí que se recomiende a quienes gustan de reírse por lo bajini de los demás, convencidos de que son artistas del disimulo, que procuren no excederse como zumbones o chanceros. Pues se exponen a que se les quede marcado en el careto lo que se conoce como risa sardónica.

Risa sardónica. Se aplica a la risa, actitud, gesto...  afectado, maligno o irónico y que por tanto no nace de la satisfacción interior sino, por el contrario, del dolor o amargura. Lo cual tiene su leyenda, pero no creo conveniente contarla hoy.

El mejor ejemplo de risa sardónica que vengo viendo desde hace ya muchos meses es la que exhibe Arturo Mas. Tal vez porque no se dio cuenta, en su momento, que cuando se está bien sentado, uno no debe levantarse. Y ahora es la viva imagen de lo que en Andalucía se conoce por mocito viejo. Aunque el tal Mas esté felizmente casado.

Ahora bien: he de reconocer que antes, pero mucho antes que el presidente de la Generalidad, Juan Luis Aróstegui ya daba la talla de tener la boca contraída en un  gesto de insatisfacción que le permitía, y le sigue permitiendo, mirar a todos los mortales por encima del hombro. Como si él estuviera en posesión de la verdad de cuanto acontece en una Ceuta donde Podemos, por influencia suya, puede terminar en las elecciones generales como la Chata de Cái.

A Juan Vivas, en cambio su ironía desmedida hace ya mucho tiempo que se le trasladó a los ojos y quedó retratado. Tremendo inconveniente. Porque en su mirada está siempre calcado el deseo de burlarse de cuanto acontece y de quienes le rodean. Y, claro está, semejante inconveniente le impide mentir bien. Que ha sido su mejor arma durante muchos años. No olvidemos que la mentira es un arte.

La ironía de Emilio Carreira es de una magnitud considerable. Un exceso, vamos. Pero a él le importa un bledo y parte del otro que se sepa que es muy dado a cachondearse del respetable. A EC, después de haber pasado por un mal trago, sólo le vale no perder el asiento que tiene... Que es de mucho provecho. Y que conservará,  sin duda alguna, mientras no despierte la animadversión de quien ha convertido su burla fina en un mal de ojo. O sea, en sarcasmo.

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