Es una señora agradable. Educadísima, un encanto de mujer, muy cariñosa, a la que suelo ver de vez en vez y a la que siempre le gusta comentarme mis escritos, tanto cuando está de acuerdo conmigo como cuando disiente de mí. Y lo hace, la verdad sea dicha, amparándose en argumentos dictados por el sentido común y porque es muy observadora.
Fue el pasado miércoles cuando me crucé con ella y tardó nada y menos en decirme que estaba echando de menos unas líneas en mi blog acerca de Juan Antonio García Ponferrada, tras haber sido distinguido éste con la medalla de bronce de la Real Orden del Mérito Deportivo, por su brillante trayectoria profesional.
Así que le dije inmediatamente: estimada señora, me parece muy bien que usted me recuerde algo que yo no he olvidado: escribir sobre el reconocimiento más que merecido de alguien a quien, además, conozco desde hace la friolera de 33 años. Pero debo informarla que yo no suelo, en tales casos, ser el primero en echar mano de las congratulaciones.
En principio, porque esperaba encontrarme con Juan Antonio donde siempre nos vemos para charlar con él al respecto. Lo cual no pudo ser por resultarme imposible acudir a esa cita de cada martes en la que suelo intercambiar impresiones con él y con los amigos que le acompañan. Y decidí que tampoco era "puñalada de pícaro" destacar los merecimientos que ha acumulado García Ponferrada a lo largo de su trayectoria como licenciado en Educación Física, como funcionario de carrera grupo A-1, como asimismo su valía en los diferentes cargos que ha ostentado. Y, por encima de todo eso, por su calidad personal.
Y le diré aún más, señora: García Ponferrada se ganó mi aprecio recién comenzado los años ochenta, porque cuando hasta los que habían sido furibundos defensores del régimen franquista se daban pote de demócratas, él no dudaba en airear su pasado falangista. Y tampoco se cortaba lo más mínimo en propalar que se había criado con el Movimiento Nacional. Y se expresaba con dos pares.
Juan Antonio García Ponferrada, señora, caballero alto, enjuto, de rostro alargado, barba y pelo bermejo, agradable, moderado en su decir, y amigo de sus amigos, es un tipo excelente y merece que personas como usted se preocupen de él. Y que nos alegremos de sus distinciones. Y de cuantas cosas buenas le sucedan. Aunque sea a toro pasado.
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