Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 27 de octubre de 2015

Mariano Rajoy carece de telegenia

Fue en el Hotel Tryp, y verdad es que no recuerdo ya cuándo, la primera y única vez que yo he visto en persona a Mariano Rajoy. Pronto observé, desde mi atalaya, que era de buen comer. Luego lo vi disfrutando de un habano y así mismo comprobé que, como buen gallego, su risa es afectada. Una risa de conejo. De la que uno nunca sabrá deducir su estado de ánimo.

MR lleva en política toda una vida. Toda una vida ocupando cargos: fue ministro de Administraciones Públicas, luego de Educación y más tarde del Interior -¡chupáte esa!-, que dijo José Antonio Labordeta en su momento. Después fue nombrado vicepresidente primero y asimismo ministro de presidencia.

Alguien que ha desempeñado tantos cargos, y de tanta responsabilidad, yendo de sede en sede, cambiando a los secretarios de Estado, a los subsecretarios y a toda la panda que su antecesor había colocado, no puede ser sino un señor que debe sabérselas todas. Y tal vez sea ese saber más que siete el que le impide ganarse a la gente.

La gente no suele mirar con buenos ojos a los políticos que hablan de la manera que lo hace el presidente del Gobierno. Sobre todo ahora que le ha dado por visitar las televisiones porque es en ellas donde se consiguen los votos. Por ejemplo: cuando Rajoy dice "Si uno tiene que defenderse del vendaval de necedades que surge de todos los cuadrantes, ya me contará usted". Y el personal tampoco digiere bien esta otra salida de tono de quien quiere ganar las próximas elecciones generales: "No pensarán ustedes que me voy a poner a bailar".

Rajoy, decir lo contrario sería mentir, carece del obligado arte de la seducción pública. Y, por tanto, le sientan las cámaras peor que un traje de luces a un tailandés. "Desparrama la vista", me dice alguien de él, para significar lo receloso que es el presidente del Gobierno. Es lo que transmite a través de la pantalla. Por más que sus seguidores digan que el presidente trata de hacer un ejercicio de frialdad y de firmeza. El presidente, además, se ha vuelto palabrero y extremoso. Y sobre todo está pecando de jartible al decirnos, una y otra vez, los males que nos esperan si el Partido Popular es derrotado en diciembre.

Parece ser que Mariano Rajoy aún no se ha dado cuenta de que su Gobierno ha acabado con la clase media española. Que es lo peor que se le puede hacer a un país. Y tampoco considera que la corrupción de los suyos sea cosa de mucho cuidado. No obstante, en algo hay que estar de acuerdo con él: en que la gobernabilidad es también más azarosa y más sorprendente cuando se reúnen muchos diferentes para gobernar o para distribuirse la tarta. O sea, que al pluripartidismo hay que ponerlo en cuarentena.







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