Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Fundación Eduardo Gallardo Salguero

En los años noventa, cuando apenas se hablaba de Alzheimer, mi mujer y yo nos encontramos con dos casos en la familia. Así que decidimos  vivir con las personas aquejadas de una enfermedad causada por atrofia cerebral, con deterioro paulatino de las capacidades psíquicas y que fue acabando con el juicio, razonamiento, memoria, pensamiento e imaginación de los afectados.

Creo que es la primera vez que hablo de un hecho que nos cambió la vida a mi mujer y a mí. Puesto que nos obligaba a permanecer noche y día pendientes de quienes necesitaban tantos cuidados como mucho cariño. Fueron tiempos duros y en los que apenas dormíamos. Debido a los trastornos y cambios de conducta de los enfermos. Y, naturalmente, de las exigencias requeridas por la situación de ambos. No obstante, confieso que durante ese proceso ganamos en ternura, comprensión y proximidad.

Actualmente, aunque se conoce algo más de una enfermedad terrible, ésta sigue ensañándose con personas mayores y hasta con las no tan mayores. Eso sí, los medios con los que se cuentan son más y mejores para que las familias no se vean precisadas a enfrentarse a solas con un problema tan complejo como doloroso.

El haber pasado por tamaña prueba, quizá haya sido la causa por la que he tardado tanto en visitar la Fundación Eduardo Gallardo Salguero, ese gran centro destinado a la prevención del padecimiento. Lo hice el martes -ayer, vamos-, y fui recibido por Jesús Perea; director de una residencia en la que la luz solar invade todos sus espacios y donde reina un silencio sonoro que hace mucho bien a quienes acuden a detener los deterioros de marras.

Tuve la oportunidad, además, durante mi visita, de conversar con los trabajadores. Jóvenes deseosos de saber cada día más de todo cuanto concierne a la enfermedad y convencidos de que el trato con los pacientes les genera un bienestar indecible y les ayuda a ser mejores en todos los sentidos. Creo que son doce los empleados que componen la plantilla de la FEGS.

Jesús Perea, amable y siempre dispuesto a expresar los deseos de ampliación con que sueña para el edificio -dado que éste se ha quedado pequeño, máxime cuando sus dirigentes piensan ya en tratar a niños con problemas varios-, habla con entusiasmo contagioso. Y, claro, uno sale de la visita con el gozo inflado. Y deseando volver a la Fundación Eduardo Gallardo Salguero. Y es que las cosas bien hechas...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.