Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 11 de enero de 2016

La unidad de España tiene que ser defendida

El miedo a la función política de la clase obrera gravitó sobre Occidente durante toda la guerra fría. El miedo a la revolución armada fue sustituida por un miedo latente a la subversión social. En las democracias liberales, se procuró aumentar la política social para mantener integradas las masas obreras que trabajaban denodadamente por la reconstrucción material de una Europa en  ruinas. La campaña anticomunista trataba de frenar, mediante la política, el espectacular avance de los partidos comunistas europeos, consecuencia del papel protagonista representado durante la resistencia antinazi.

Una vez más, el mundo del dinero influyó decisivamente, en aquellos entonces, para que los gobernantes, por la cuenta que les traía, hicieran también todo lo posible para que las clases medias mantuvieran el equilibrio en la sociedad. Es decir, que sirvieran de colchón muelle entre pobres y ricos. ¿Cómo? Mas o menos queda reflejado en este ejemplo: si los paraguas que hace una fábrica no pueden ser comprados por sus obreros, la fábrica se verá obligada a cerrar.

Las clase medias, desde hace ya varios años, se han ido empobreciendo y los pobres se han hecho más pobres y  los ricos los son  mucho más. Los pobres, no me canso de decirlo, han ido ingresando en la cofradía de los miserables. Todo ello sucedía a la par que cada día nos despertábamos convencidos de que un nuevo caso de corrupción sería la noticia principal en todos los medios. La corrupción es siempre motivo de escándalo, pero lo es mucho más cuando las gentes no tienen para poner la olla y qué decir cuando se las desaloja de sus casas por carecer de trabajo y dinero.

Semejante panorama, una vergüenza nacional, fue el detonante de una crisis en todos los sentidos y que hizo posible que muchos españoles fueran a las urnas con los ánimos dispuestos a votar no a favor de alguien sino contra el partido cuyo gobierno se olvidó de las necesidades de los ciudadanos. A los ha que había venido sometiendo a recortes tan severos como para que innumerables familias de un mediano pasar se vieran necesitadas de ayuda por parte de instituciones benéficas.

De las urnas salieron partidos emergentes con  poder suficiente para poner el bipartidismo contra las cuerdas. Y al margen de las dificultades existentes para que el partido más votado pueda gobernar, que ya es un problema gordo en los momentos actuales, los nacionalistas tratan, una vez más, de aprovecharse de las circunstancias para echar más leña al fuego de la permanente discordia que se está viviendo.

Cuando uno ha leído 'Obras de Ortega y Gasset', créanme que resulta muy fácil saber que los nacionalistas están enfermos de particularismo. En relación con los nacionalistas catalanes conviene recordar que a los españoles no nos queda más remedio que conllevarlos. O sea, soportarlos. Eso sí, debemos estar convencidos de que con ellos nunca será posible entenderse. Y es que quieren vivir aparte de España. Así que ellos constituyen un problema que no se puede resolver. Y en esas estamos... España necesita una gran coalición entre partidos que defiendan su unidad.






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