Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 28 de enero de 2016

Vuelta atrás

A partir de la década de los sesenta, vi yo en Madrid cómo resucitaban los socialismos y los comunismos, principalmente en el activismo universitario y en algunos movimientos obreros. De la querencia universitaria tenía informes de primera mano por parte de los estudiantes manchegos que compartían pensión conmigo en el Paseo de las Delicias. Eran tres y a veces acusaban los nervios de sentirse vigilados.

Dos de ellos lucían barbas anárquicas y vestían con desaliño calculado. Sus padres formaban parte de una clase media que, mediante el pluriempleo y las privaciones, se sacrificaban para darles estudios. El tercero, en cambio, pertenecía a una familia más que acomodada y en la que el progenitor ocupaba un cargo institucional en Toledo. Así que procuraba por todos los medios no salirse de las normas establecidas en lo tocante a la indumentaria de la derecha, la forma de llevar el pelo y naturalmente estar siempre en perfecto estado de revista. Pero no dejaba de ser un hijo de la derecha que detestaba el régimen.

De los obreros solía tener noticias porque algunos se reunían en un bar cercano al Mercado de Legazpi, frecuentado por mí. Y estaban convencidos de que el franquismo andaba ya de capa caída y condenado a desaparecer. Y con esa ilusión se levantaban cada amanecer. Con esa y por supuesto con mejorar su forma de vida. Ya que entre ir y venir del trabajo se les pasaban todas las horas del día. De modo que algunos llevaban ya años sin pisar la Gran Vía y sin ser espectadores del Atlético ni del Madrid.

Todo eso cambió a partir de la restauración democrática. Y los políticos de la izquierda tuvieron un rápido proceso de adaptación y de integración en la sociedad, sin terrenos acotados. Comenzaron a frecuentar discotecas, bares de moda, 'pubs' y restaurantes muy celebrados en esa época. Durante su tiempo de oposición guardaban un poco las formas clásicas, y cuando estaban entre ellos, por congresos u otras reuniones propias, iban con indumentarias a la vieja usanza, como si cada lugar tuviera su vestuario.

Aunque cuando alcanzó el poder el socialismo, en el Gobierno no había ningún obrero, ni en las renovaciones que hicieron después. Todos eran universitarios. Mientras que el partido -por tradición y nominación- es obrero. En aquel tiempo se decía que Corcuera era el único, pero que estaba burocratizado en el Sindicato y en el Partido, hacía ya tiempo.

En la década de los ochenta, los dirigentes de estos Gobiernos y de la Administración estaban cubiertos también por profesionales altos y medios. Las barbas anárquicas de los sesenta, que solían llevar mis compañeros de pensión, empezaron a ser arregladas, al tiempo que muchos de los dirigentes elegían peluqueros prestigiosos. Eran los mismos que solían veranear como burgueses y empinaban el codo con el mejor whisky y descorchaban las botellas de Moët Chandon como si tal cosa. Y qué decir de cómo fardaban de trajes de Emidio Tucci.

Un analista político de la época, opinaba así: "En los semblantes de los socialistas ya no hay asperezas o resentimientos, sino espíritu de conveniencia y triunfalismo. Las dos conquistas del socialismo instalado eran ya el coche oficial y la mujer. Especialmente su inclinación estaba por el coche blindado y por la chica de derechas". Y remataba así la faena: "Esto venía a ser como la expresión del triunfo que se circunscribía en el poder y en el amor". Así que se dijo entonces que el suceso singular era que ya no había diferencias de clases, por semblante, por indumentaria, por gesto o marginación. España, pues, parecía haber emprendido el buen camino europeo. Lejos estábamos de pensar entonces que volveríamos a las andadas.

Una vuelta atrás -causada por atentar el Gobierno contra las clases medias y por haber hecho oídos sordos a la corrupción desatada y que ha venido imperando durante muchos años- que ha propiciado el resurgir nuevamente de jóvenes con barbas anárquicas, coletas, y disfrazados de mendigos ricos y altaneros. Mi pregunta es: ¿cuánto tiempo tardaremos en ver a los citados jóvenes subidos al coche oficial y emparejados con chicas de familias de derechas de toda la vida, viviendo como burgueses adocenados y sin una pizca de rebeldía ante la corrupción, los privilegios y la pobreza?




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