Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 22 de marzo de 2016

F.Miaja: Un hombre cabal. El colegio

Yo fui a un colegio -dice Fructuoso Miaja- que estaba en el Llano de las Damas. El maestro se llamaba Alfonso Romero. Era un hombre bueno y también dispuesto en todo momento a que reinara el orden en la clase. Lo sigo recordando como persona muy comprometida con su magisterio. Contaba con el beneplácito de los padres para tomar las medidas que él creyera oportunas en cualquier momento. Gozaba de energías suficientes para que nadie se saliera de madre durante el tiempo de enseñanza. Y no cabe la menor duda de que aprendíamos con don Alfonso. Pero a mí me venían muy bien las lecciones que me daba mi madre; mujer instruida, gracias a ser lectora compulsiva.

Mi madre siempre procuraba tenerme entretenido. Yo era el encargado de ir a la fuente por agua e invertía cierto tiempo; en vista de que ésta se hallaba a una distancia considerable de mi casa. Era un trabajo indispensable y que me tocaba realizar diariamente, nada más salir del colegio. En ocasiones, me ayudaban mis amigos para que terminara mi tarea lo antes posible y así poder irnos a jugar al fútbol.

Nunca apunté, la verdad sea dicha, maneras de buen futbolista. Era regular; si bien me salvaba mi poderío físico entre chavales de inferior presencia. A veces corría detrás de sombras, porque mis adversarios me ganaban por estar en posesión de habilidades que yo no tenía. Aun así, lo mejor de aquellos partidos era, sin duda, cómo nos mezclábamos Pérez con Mohamed y González con Ibrahim. Ni siquiera la guerra contra Marruecos servía como motivo de discordia entre nosotros. Los chavales vivíamos en perfecta armonía.

Aún me acuerdo del miedo que teníamos ante la aparición del tifus y del temor a la gripe, que tanta mortandad  estaba ocasionando. En el periódico le daban al tifus un nombre muy raro, pero mi madre decía que la enfermedad era transmitida por los piojos. Así que la pobre no paraba de hurgarnos en la cabeza. También nos vigilaba la temperatura a cada paso, pues según las informaciones todo empezaba con fiebre. Por aquel tiempo, sí, seguro que fue por los años veintitantos, el periódico publicó una noticia que movió conciencias. Se refería al escándalo del hospital Docker.

Ocurrió que un concejal había denunciado que los enfermos estaban siendo desatendidos en todos los aspectos y se armó un alboroto en el salón de plenos del Ayuntamiento.Se denunció que los pacientes no sólo carecían de alimentos sino que, además, tenían asimismo que lavarse la ropa. Se supo que los enfermos contagiosos estaban abandonados a su suerte y que el hospital se había convertido en una estancia para animales. Semejantes declaraciones causaron un gran escándalo en la ciudad y los comentarios se dispararon entre los vecinos. Creo que el alcalde se llamaba Casares, y existía un tal José Ramón del Valle que disfrutaba poniéndolo a parir. Al menos, así venía escrito en el periódico que nos leía mi madre.

Gracias a esas lecturas sabíamos que el contrabando de tabaco se había convertido en una fuente de riqueza para algunos ceutíes. Y en el diario se daba cuenta de cómo las autoridades hacían la vista gorda. En mi casa se hablaba de la pobreza que se iba generando en Ceuta y de qué manera aumentaban los niños que iban al comedor de caridad que se había inaugurado en San Amaro.

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