He tenido dos días ajetreados, por asuntos propios, que me han impedido leer, hasta hoy jueves, lo último relacionado con el caso ERE y el procesamiento de los ex presidentes de la Junta de Andalucía Manuel Chaves y José Antonio Griñán, seis exconsejeros y otros 18 altos cargos por prolongar ilícitamente el fondo de 885 millones durante una época.
El procesamiento de dos políticos históricos del PSOE, cuando falta nada y menos para que se celebren unas nuevas elecciones generales, ha producido conmoción en las filas socialistas; máxime cuando no soplan vientos alisios para un socialismo que puede ser adelantado en las urnas por unos radicales de izquierda con afán de revancha y sobre todo prestos a emplearse con adanismo.
Semejante posibilidad es motivo de preocupación para mucha gente. El tiempo actual no es de radicales, sino de solucionadores, porque han pasado ya más de dos siglos en los que se han digerido el marxismo y el anarquismo. Por tal motivo, Chaves y Griñán, además de estar en la pìcota, son en estos momentos los políticos más vituperados por propios y extraños.
A los políticos, cuando están en campaña electoral, no se les cae de la boca la ética y el cambio. Siendo conscientes de que la ética en la política es imposible, porque la política es un arte; y luego hay que cumplir con los compromisos, que son enormes y voraces. En cuanto al cambio, conviene decir, deprisa y corriendo, que no puede realizarse nada más que a través de un largo proceso, porque la sociedad no es un chiringuito de quita y pon.
Según el juez, Álvaro Martín, parece ser que a los expresidentes de la Junta de Andalucía los compromisos contraidos por ganar elecciones, les hizo olvidarse de la tan cacareada ética, y aunque juren por todos los suyos, vivos y muertos, que ellos no se quedaron ni con un solo euro de los 885 millones repartidos, de manera ílicita, al menos habrán de aceptar que eso no les exime de las culpas por permitir semejante desfalco.
No obstante, tanto a Chaves como a Griñán siempre les quedará para defenderse, y están en su perfecto derecho de hacerlo, el tomar prestadas las palabras de Felipe González cuando salió a relucir la corrupción socialista en los años noventa:
-Hay que tener en cuenta un factor que es bien importante: que yo nunca descendía -dice Felipe González- al segundo nivel; es decir, al equipo del equipo. Del equipo del ministro era el ministro el que, desde mi punto de vista, se hacía cargo, el que era responsable de su designación y de su nombramiento. Yo nunca puenteaba a los ministros, lo cual era una manera de hacer las cosas como otra cualquiera, que tenía aspectos positivos y negativos. Los ministros se sentían fuertes y seguros porque no pensaban jamás que yo les iba a puentear con un vigilante colocado dentro de su ministerio, como un secretario o subsecretario.
Así que, cambiando ministros de aquel Gobierno por consejeros y altos cargos de la Junta de Andalucía, la situación es la misma que vivió Felipe González en los 90. Chaves y Griñán no pudieron enterarse de nada sobre la corrupción porque confiaban ciegamente en los cargos elegidos por ellos. Aun así, cada vez se harán mayores las disensiones entre los miembros del partido socialista. Y de tales disentimientos se aprovechará Unidos Podemos. Ante la complacencia de un PP que estará expuesto, si no se obra un milagro, a los dicterios de una izquierda montaraz y leninista. Que Dios nos coja confesados.
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