Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 27 de junio de 2016

La decadencia de España es evidente

Dado los triunfos de la selección española, se tuvo otra vez por inteligente afirmar que, en el fútbol de calidad, era la pelota y no el futbolista quien debía correr. Yo siempre puse las pegas consiguientes a una aseveración que me parecía carente de sentido. Y el tiempo me ha dado la razón. El centro del campo, lugar donde se cuecen los éxitos y los fracasos, no ha sido nunca de España, por una razón principalísima: los italianos han ganado esa parcela vital corriendo a destajo, empleándose con fuerza y con una velocidad digna de encomio. Y, encima, dando una lección táctica a la que llaman la Roja, ante la impasibilidad de Vicente del Bosque. Y además tratando el balón con mimo.

El seleccionador español sabía sobradamente que los italianos iban a jugar con tres centrales, dos laterales de largo recorrido, dos volantes como escudo de la defensa y organizadores del juego, y tres hombres por delante capaces de presionar a los defensas españoles y jugar de modo y manera que acabaron mostrándonos la peor versión de los defensas hispanos y sobre todo de un Ramos que volvió a tener una actuación calamitosa. Eder, Pellé y Giacherinni hicieron posible que tuviésemos la oportunidad de ver también al peor Piqué y al mejor De Gea. Juanfran y Alba tampoco se salvaron del naufragio de una primera parte española, y en la que los italianos hicieron méritos sobrados para marcar varios goles.

De Rossi, situado por delante de sus centrales, y ayudado por Parolo,  estuvo durante toda la primera parte dando una lección magistral de cómo poner el balón en las mejores condiciones para que sus laterales, ora Florenzi, ora Di Sciglio, se incoporaran al ataque con enorme peligro. Asimismo sus pases por el centro buscando a Pellé para que éste le sirviera de pantallla al velocisímo Eder, causaban estragos en un equipo español donde Iniesta, Silva, Cesc y Busquets parecían obnubilados. Incapaces de pensar con claridad. y evidenciando que frente al fútbol  aguerrido de los italianos el de los nuestros era pueril, enjuto e inoperante. Un fútbol prematuramente envejecido. Cuya única disposición consistía en que De Gea le pusiera con los pies el balón en la cabeza a Morata. Lo que no dejaba de ser una contradicción.

El descanso le vino que ni pintiparado a la selección española. Que se había salvado de recibir un correctivo de tomo y lomo.Y hasta tuvo la suerte de que Conte, convencido de que su equipo podía manifestar ya los primeros síntomas de cansancio, decidió relevar a De Rossi por Motta. Y España aprovechó la situación para animarse y empezar a crearle problemas a Buffon. Quien estuvo impecable.

Tarde se dio cuenta Vicente del Bosque que lo ideal para combatir a una defensa con tres centrales era jugar con dos delanteros centros con misiones concretas.. Y la entrada de Aduriz, sustituyendo a Nolito, el cual se pasó todo el tiempo persiguiendo a Florenzi, comenzó a tener su efecto positivo. La pena es que Aduriz se lesionó y que Morata fue sustituido. De modo que sólo la entrada de Lucas Vázquez infundió los ánimos suficientes como para pensar en el milagro. Abortado por Buffon.

Y, cuando se jugaba la recuperación del tiempo perdido, marcó Pellé.  Y con su gol certificaba la decadencia de una selección cuyo juego ratonil, de pasecitos cortos y horizontales, la cabriola y el regate, y la triangulación en espacios de nadie, ya no conduce nada más que a recordarnos que hubo un tiempo en el cual nuestros jugadores sorprendieron así a sus rivales y obtuvieron triunfos sonados. No hay más remedio que hacerse a la idea de que en el fútbol actual, además de hacer correr al balón, también los jugadores deben hacerlo. ¡Ah!, y disparar a puerta. La selección española necesita un cambio de dirección.







 







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