Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 6 de septiembre de 2016

Alberto Gallardo Ramírez

Quienes escriben lo hacen para ser leídos. Desde siempre se ha insistido en que no hay peor tristeza que la del escritor sin lectores. En mi caso, un modesto contador de cosas en periódicos, sucede que este blog llegará esta semana a los cuarenta mil visitantes. Tras haber cumplido quince meses saliendo diariamente a escena. Lo cual no deja de ser, como me dice un experto en esta materia, todo un pelotazo. Término carnavalesco que traduzco: Gran éxito.

Éxito que se debe en gran parte a Alberto Gallardo Ramírez. A quien a veces, la verdad sea dicha, le he mostrado mi agradecimiento entre líneas, poca cosa; tal vez temiendo que lo referido por mí pudiera acarrearle inconvenientes que yo jamás me perdonaría. Pero hoy, tal vez estimulado por la atención que me vienen dispensando mis lectores, he decidido que yo no tengo por qué privarme de escribir libre y claramente de una persona cuyo diáfano proceder  -en este caso, conmigo- merece mi reconocimiento en esta plaza pública.

Alberto Gallardo dice las cosas claras por ser poco amigo de los circunloquios. Así que un buen día, de hace ya un año y medio, coincidimos y hablamos lo justo para que yo decidiera volver al circuito de los opinantes contando mis historias de otra manera. Porque, sin duda alguna, donde más gusta el costumbrismo es en las ciudades pequeñas. Eso sí, sin caer en el error de someterse a decir por sistema que er mundo es güeno.

La bondad de mi amigo, AGR, es una dote de su carácter. Y muestras evidentes de su benevolencia, con amigos y empleados, ha venido dando desde tiempo ha. Lo cual no significa, ni mucho menos, que sea un alma cándida. Y quien se confunda puede verse ante el Alberto incisivo y nada dado a comulgar con ruedas de molino.

Muy pronto se van a cumplir cuatro meses de lo que les voy a contar sobre Alberto Gallardo Ramírez. Estaba yo siendo sometido a un acoso y derribo que tenía todas las trazas de ser el guión de una película de terror. Y, por si fuera poco, también pasaba por un trance de ansiedad por mor de los síntomas de un malestar intranquilizador que presentaba un familiar. Así que cada día me levantaba acordándome de la Ley de Murphy.

Pues bien, Alberto Gallardo Ramírez me citó en su despacho y decidió formar parte de mi defensa. Y lo hizo con las palabras precisas y los hechos convincentes. Como comprenderán ustedes, y al margen de cualquier otra circunstancia, mi agradecimiento por el hombre que rige los destinos de la Fundación Gallardo Salguero es el justo para seguir creyendo en él. O sea.

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