Sé la edad que tiene porque ella nunca me la ha ocultado; de no haber sido así, a mí jamás se me habría ocurrido preguntarle al respecto. MS nunca se ha cortado lo más mínimo en decirme, aun estando en una reunión, que le encanta charlar conmigo. Por más que casi siempre acabemos estando en desacuerdo acerca del asunto debatido. Hoy me he cruzado con ella por el Paseo Marítimo. Y lo primero que le he dicho es que conserva la lozanía de una muchacha veinteañera.
MS no dudó en responderme con celeridad.
-No sé cómo te atreves a piropearme si sabes muy bien que no me agrada que se me requiebre.
Sus palabras parecían como un presagio de lo que iba a ocurrir. Y, en vez de ponerme en guardia, continué regalándole el oído con el tacto suficiente como para que mi amiga no tuviera motivo alguno para seguir reprendiéndome. Algo insólito en ella. Puesto que no es lo mismo tener pareceres distintos de lo que toque discutirse que comportarse como una mujer dispuesta a enseñarme los dientes. Actitud que jamás, desde que la conozco, y ya ha llovido, había adoptado.
Así que me atreví a preguntarle por los motivos que tenía para mostrarme tanto desagrado. Y MS tardó nada y menos en ponerme al tanto de las causas de su enfado. El cual, dicho sea de paso, no hacía mella alguna en su más que considerable atractivo.
-Hace pocos días dijiste que "no hay peor machismo que darle la razón a una mujer que no la tiene". Y la verdad es que tu afirmación me sentó como un tiro. Tal es así que estuve a punto de telefonearte para cantarte las cuarenta. Pero en el último momento decidí contar hasta diez. Y tuviste la suerte de que, durante ese intervalo, logré domeñar el enojo que me había producido tu aseveración.
Tras las palabras de MS se hizo el silencio. El cual rompí yo para decirle que estaba deseando saber de qué se trataba la segunda causa que la había encendido hasta el punto de querer romper los lazos de una amistad añeja. Y contestó así:
-Hoy, nada más leer lo que has escrito de Donald Trump, por poco me da un jamacuco. Y aún no he dejado de preguntarme cómo es posible que tú hayas sido tan condescendiente con un tipo que se ha exhibido durante la campaña electoral como un machista recalcitrante; como un adepto al racismo; con una disposición de ánimo permanente de quien lo refiere todo a sí mismo y, sobre todo, dando pruebas evidentes de megalomanía.
Querida MS, le dije, te pongas como te pongas seguiré pensando en que no "hay peor machismo que darle la razón a una mujer que no la tiene". Por más que yo siga teniendo el más alto concepto de las mujeres. Aun con las que yerran como tú lo estás haciendo ahora.
En lo tocante al recién elegido presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, me vas a permitir que saque a relucir a Cánovas -político liberal, conservador español-. Decía él que son los pueblos los que con frecuencia elevan al poder a déspotas y dictadores, sacrificando así el más preciado de sus bienes, que es la libertad. Y que eso es posible con la democracia.
De cualquier manera, mujer y amiga, verás cómo el vilipendiado Donald Trump no es tan fiero como lo pintan. Y además, por si acaso, existen las garantías constitucionales y los poderes en la sombra para evitar tropelías de cualquier perturbado que hubiera logrado convertirse en la persona de mayor poder en el mundo. Y también por qué no creer que Trump pueda llegar a ser uno de los mejores presidentes de la historia de EE. UU.
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