De la calle Jaudenes he escrito yo muchas veces para que se la tuviese en cuenta. Era una calle olvidada y que pedía a gritos que se le concediera la oportunidad de participar en la vida de una Ceuta dispuesta siempre a vivir las fiestas con una entrega capaz de sacar lo mejor de sus moradores. La calle Jaudenes, gracias a sus bares, se ha convertido en el centro más importante de una ciudad cuya forma de vivir las celebraciones no admite parangón.
Sus bares han entendido perfectamente que a la clientela hay que mimarla y ofrecerle la oportunidad de que disfruten de las tradiciones. Ese folklore del que muchos han renegado con el fin de empobrecer nuestra forma de ser y sentirse español. Hoy me ha tocado recorrer todos los establecimientos de esa zona privilegiada del centro donde la alegría ha reinado durante horas y horas. Gracias a los coros que han amenizado la fiesta navideña.
Ha corrido el vino y la alegría. Y ha sido así porque jóvenes y menos jóvenes se han propuesto olvidarse de los problemas y afrontar las Navidades con un entusiasmo indescriptible. Las mujeres de Ceuta, no es la primera vez que lo digo, son tan extraordinarias como capaces de soltarse la melena en momentos donde conviene darle un regate a las dificultades.
A Isidro Cortina, con quien comparto copas y charla, lo conocí yo el primer día que llegué a esta tierra -18 de Julio de 1982- y le digo la suerte que tenemos de vivir en Ceuta. Y él me mira tratando de encontrarme ese exceso de alcohol que nos hace desvariar. Pero yo me mantengo en mis trece. Y hasta tengo la suerte de que en ese momento me saque a bailar una muchacha rebosante de juventud y de ganas de ponerse el mundo por montera.
La joven forma parte del grupo musical Los Bolaos. Un coro entregado de lleno a repartir felicidad. En ese momento, sólo se me ocurre gritar: ¡Viva el vino y la alegría! ¡Qué viva!... Responden todos los clientes del restaurante Pedr'os. Y el jolgorio se expande por toda la plaza dedicada a Menahem Gabizón. Y los allí presentes sentimos un ramalazo de alegría que nos corre por las venas. Tan natural como para despojarnos de ese sentido del ridículo que tanto daño nos hace.
Ese mismo jolgorio, existente en el restaurante citado, se daba en La Esquina Ibérica, en La Trastienda y en El Mesón de la Dehesa. Establecimientos repletos de ceutíes dispuestos a divertirse y a vivir intensamente unas fiestas tan nuestras como para hacer de ellas estandarte de una cultura occidental tan necesitada de apoyos. La calle Jaudenes, en esta tarde sabatina, ha vivido una explosión de júbilo.
Nota: este escrito puede verse en Aires de Ceuta y Blog de Manolo de la Torre.
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