Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 11 de enero de 2017

Me limito a contar lo que se dijo

Ayer me cundió mi paseo por el centro de la ciudad. Tuve la oportunidad de hablar con varios conocidos y hasta de conversar con otros sobre hechos ocurridos hace ya años, años y años. Nada que pueda resultar extraño en ciudades pequeñas. Porque en ellas, creo haberlo dicho ya en varias ocasiones, todo se magnífica y por ende tanto las acciones buenas como las malas siempre están prestas a ser recordadas en cualquier momento.

En principio, permítanme decirles que he decidido no mencionar los nombres de las personas con las que estuve compartiendo tertulia, por razones obvias, gracias a que fueron ellas las que llamaron mi atención cuando yo pasaba por delante de la cafetería en la cual se hallaban. Larga charla, pues, y en la cual uno de los participantes no tuvo el menor empacho en mirar hacia atrás..., aprovechándose de mi presencia como testigo muy principal de cuanto había decidido contar.

Después de algunos circunloquios abordó el meollo de la cuestión.. Que no era otro que relatarnos una historia tan real cual cruda sobre personajes que se aprovechaban de sus cargos políticos para manejar a su antojo organismos creados para ocio de los ciudadanos. Y, mayormente, para niños y adolescentes. Y la comenzó así:

-Un político con poder llegó a quejarse de que la Escuela de Fútbol, recién nacida con la ilusión de todo lo naciente, estaba repleta de niños musulmanes. Y su protesta, tan ruidosa como insistente, fue bien acogida por otro baranda que estaba viviendo el apogeo de su necedad en un cargo público. A partir de entonces la Escuela de Fútbol fue boicoteada.

Mientras yo permanecía con los labios sellados, escuchando atentamente a quien había decidido denunciar semejante perversidad, con conocimiento de causa suficiente como para que ni yo mismo pudiera enmendarle la plana, los demás oyentes quisieron saber el nombre del Fulano acusado de tenerle fobia a los niños. Y todos los presentes se echaron las manos a la cabeza cuando el contador de lo acaecido mencionó su nombre.

Y las exclamaciones se fueron sucediendo: "¡Vaya caradura!". "¡Sinvergüenza!". "Parece mentira que ese tipo sea el mismo que ahora anda dándoselas de lo que todos sabemos...".  Y, durante no pocos minutos, se dijeron palabras muy fuertes contra el gachó. Mientras yo guardaba un silencio de maestrante. Y en mi semblante se reflejaba mi sí a cuanto se había dicho hasta entonces por parte de quien había optado por denunciar aquellas tropelías cometidas entre finales de los años ochenta y principio de los noventa.

Alguien inquirió acerca de cómo es posible que ese Fulano defienda ahora lo que defiende... Y a mí se me ocurrió decir lo siguiente: "Degenerando, degenerando, degenerando...".

Nota. Los hechos ocurrieron siendo alcalde Fructuoso Miaja. Y ejerciendo Juan Vivas como funcionario. A sí que ambos están fuera de ese primer plano.




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