Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

sábado, 14 de enero de 2017

Miscelánea sabatina

Quedo citado con Sebastián Fernández. Y a las doce de la mañana, dado que ambos tenemos un concepto muy elevado de la puntualidad, nos encontramos en el lugar acordado. Tras charlar acerca de algo que nos concierne y nos interesa, la conversación deriva hacia la propuesta hecha por Caballas para que se le conceda a Amin Maalouf El Premio Convivencia 2017. De AM escribí yo varias veces en el primer año del 2000. Por ser autor de Identidades asesinas. Libro que me regaló Fernando Rodríguez. Y que he leído y releído... en la misma medida que decidí recomendarlo. Por cierto, Mohamed Alí supo de Identidades asesinas por mí. Y un día, cuando le pregunté qué le parecía, me dijo que quien lo había leído era su mujer. Así que habrá que darle las gracias a la señora por pedir premio tan importante para el escritor y periodista libanés.

Hoy he pasado por la calle que las autoridades tuvieron a bien dedicarle a José García Cosío. Cronista Oficial de la Ciudad. Y he vuelto a recordar la anécdota que me contó, en una animada charla, cuando los ochenta estaban tocando a su fin. -Mira, Manolo, como tú bien sabes yo voy todos los días al Centro de Hijos de Ceuta. Y hasta hace nada, en cuanto llegaba al local, lo primero que hacían los socios era comentarme los artículos que yo escribo en los periódicos. Ahora resulta que las mismas personas han dado en la manía de preguntarme si te he leído a ti. Y, claro, me entran unas ganas locas de mandarlos allá donde el viento da la vuelta. Pero me contengo. Aunque, la verdad sea dicha, no entiendo cómo es posible que tú, que lleva tres días y medio en el oficio de escribir, me hayas quitado un protagonismo ganado a pulso durante muchos años. Entre bromas y veras, comprendí a Pepe, con quien compartí amistad en los últimos años de su vida. Si bien me abstuve de decirle que escribir es una maldición cuando no hay lectores. Entonces es preferible dedicarse a cualquier otra ocupación que produzca más placer: cocinar, cuidar del jardín, ponerse a oír el trino de los pájaros, jugar al tute..., pero ninguna de ella te devuelve la vida que se aleja de nosotros en cada momento.

La veo venir de frente. Anda de modo que a su paso hombres y mujeres no la pierden de vista. Rubia, ojizarca, de tez blanca y melena suelta, y muy bien vestida, sigue siendo a su edad una mujer que se mete por los ojos. Consciente de su atractivo, tiene la habilidad de lucirlo como si tal cosa. Su sonrisa y su charla son encantadoras. Siempre me ha dicho que su marido no es celoso. Hoy me ha preguntado, sin ánimo de linsojearme, que cómo es posible que no se me noten los muchos años que he ido cumpliendo. Y le he respondido lo siguiente: porque vigilo el rencor en la misma medida, o más, que lo hago con el colesterol. Y corto por lo sano cuando veo que el resentimiento aumenta por encima de lo previsto. El rencor, querida amiga, es tóxico. Y, aunque todos tenemos motivos de sobra para que el enojo se convierta en guerra diaria, hay que evitarlo a todo trance. Risa franca. Besos de despedida. Y allá que se fue toda telenda...


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