Nuestro alcalde, como muchos otros personajes nacidos a la vera del mar, se siente marinero en tierra y lo demuestra cada vez que abre la boca para dirigirse a los ciudadanos, echando mano de las muy socorridas imágenes marineras. En esta ocasión, sin embargo, ha recurrido a una que jamás le hubiera gustado tener que mencionar.
“El día
que crea que mi condición de presidente fuera un perjuicio para Ceuta o su Gobierno presentaría mi dimisión,
pero cuando vienen turbulencias lo peor que puede hacer el capitán es abandonar
el barco y yo no lo voy a abandonar porque ni me faltan estímulos ni ganas para
seguir”.
Y a mí
me ha parecido que Juan Vivas ha estado muy acertado al manifestarse mediante
esa tradición marinera. Con ella, a mi
modo de ver, ha demostrado que el carácter es la virtud de los tiempos
difíciles (Charles de Gaulle). Y es que cuando no sopla el viento, incluso la veleta tiene
carácter
Nuestro
alcalde es consciente de que ya han pasado los días de vinos y rosas de la
política y de su política, por muchos y variados motivos. Y que ahora le tocará lidiar con muchísimas
dificultades. Así que le espera Vía
Crucis, Calvario, el más difícil todavía. Pero no es menos cierto que
sus muchos años en el cargo -si bien pueden propiciar pasajes de atoramiento- también otorgan conocimientos suficientes como para afrontar las
complicaciones sin perder la compostura.
Si
estuviésemos hablando en términos taurinos, diríamos que en situación tan
delicada se impone el temple y la calma para afrontar con serenidad cuanto se
ha ido sabiendo, y lo que se espera,
sobre el escándalo de las viviendas. Y a mí no me cabe la menor duda de
que nuestro alcalde ha hecho ya acopio de suficiente fortaleza para no ser
presa de aquellos aduladores que hasta se permitían airear, sin ningún tipo de
pudor, que el aliento de Vivas olía a rosas y los pies a jazmín, y ahora no
dudan en condenarlo al averno.
Juan Vivas, conviene decirlo, ha tenido la suerte de contar con dos mujeres que han demostrado que a la hora de cacarear nunca queda por gallos –como bien decía Margaret Thacher-, pero cuando hay que poner los huevos, ha der ser la gallina la que haga el trabajo. Susana Román y Mohamed Rabea han sido las gallinas en una situación donde hay un gallo parapetado entre los suyos para no perder la cresta que ha venido luciendo hasta ahora. Y no hay por qué mencionar su nombre.
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