Debe
estar convencido de que ser catalán le otorga poderes suficientes para sacar a
pasear su lengua viperina contra el Madrid. A Gerard Piqué
le pones un micrófono por delante y lo primero que se le viene a la cabeza es
denigrar al Madrid. El color blanco lo tiene metido entre ceja y ceja hasta el
punto de que peca continuamente de negligencia, rebosada de mala leche o de
idiotez supina contra la entidad madridista.
GP está
en su perfecto derecho de sentir tal inquina por el mejor equipo del mundo.
Aunque no debería hacerlo aprovechándose de las actuaciones de la selección
española. Máxime después de una victoria en Francia. Lo cual demuestra que este
tipo es egoísta en la felicidad y no deja de serlo en el dolor.
Gerard Piqué es un extraordinario futbolista, enriquecido
y que tiene buen porte. Y además está
unido a una estrella del espectáculo, quien acumula pasta nada más abrir la
boca o mover las caderas. Es pues un
individuo tan afortunado que tendría que estar a todas horas hincado de hinojos y
mirando hacia el infinito para dar las gracias por los dones que le han sido
concedidos.
En
cambio, disfruta largando ante los micrófonos. Como si su fama como futbolista no hubiera llegado ya hasta
los confines del mundo. ¿Complejo de Messi
o de Cristiano? Vaya usted a saber.
A lo mejor es que la naturaleza de Piqué
le pide encumbrarse de sabihondo ante los medios. Y, en vista de que está
carente de sabiduría, se ve obligado a echar mano del único recurso que le
permite salir del atolladero: meterse con el Madrid y con todos los madridistas
que él decida.
Cierto
es que Piqué hace ya mucho tiempo
que evidenció malos comportamientos. Uno de ellos fue escupirle a un directivo
de la selección española. Y todos los
expedicionarios, incluidos los jugadores del Madrid, le rieron la gracia a
mandíbula batiente. Luego humilló a un
policía local; tal vez porque diera muestras de ser un charnego. Y todo quedó
en agua de borrajas. Ya que sus compañeros, directivos y algunos periodistas
dijeron que Piqué era muy bromista y
un chico muy sano.
Pues
bien, el chico sano, alto, famoso, rico y cuya compañera gana toda la pasta del
mundo en cuanto abre la boca o mueve las caderas, la ha tomado con el Madrid y
con los madridistas que están invitados al palco del Bernabéu. Y la única
respuesta que ha tenido es la de Sergio Ramos.
Poca cosa. Pues al de Camas, por muchos aires que se dé de capitán, le faltan
tablas y fluidez de palabra para poner firme a un catalán que va de sabihondo.
Y que tiene asumido que uno es más si sabe que lo miran y lo oyen cuando
dice lo que le da la gana.
En
cuanto a Julen Lopetegui,
seleccionador nacional, conviene recordarle que bien está que los líderes no
sean mandones, pero que carezcan de autoridad es una desgracia. En este caso, se me ocurre decirle al seleccionador que el comportamiento del jugador azulgrana rompe
la armonía de la selección. Al menos, eso es lo que decían de José Mourinho.
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